viernes, 27 de julio de 2007

DIAS DE VINO Y FANDOM NO ES QUE RECOMIENDE, SINO QUE IMPLORA ENCABRECIDAMENTE ...


... a los socios de la AEFCFT que voten en la primera fase de los premios Ignotus, que acaba el martes 31 de julio. Como no es obligatorio votar en todas las categorías, (OJO: AUTOPROMOCIÓN) pues podían votar en la categoría de "Mejor página web" este humilde blog que tan buenos ratos les ha hecho pasar (FIN DEL AUTOBOMBO) y seguro que hay más categorías en las que pueden aportar candidatos, que luego estamos todo el rato quejándonos de que no nos gustan los nominados.

(Gracias a Ricardo Manzanaro por la ilustración)

Esta es la papeleta:
http://www. aefcft.com/primerafase2007. rtf

Por otra parte, recomendamos, esta vez a todos la gran obra "Enciclopedia Universal Clismón: Bienvenido al mundo", una recomendación en forma de enciclopedia del humor gráfico y los escritos de Miguel Brieva.

Para moverse en el proceloso mundo laboral entre jefes y/o subordinados puede ser útil echarle un ojo a esta serie de artículos (si se domina inglés, eso sí):

http://www.bnet.com/2406-13068_23-93275.html

lunes, 9 de julio de 2007

“LA TELE QUE MAMASTE”: OTRO EXTRACTO MÁS


Seguimos mamando de las ubres del exhaustivo estudio sobre las series televisivas dedicadas al horricientástico obra del prócer del fandom Ildefonso Melero y terminamos el capítulo dedicado a “Barrio Sésamo” (el que quiera leerse la primera parte la tiene justo abajo ... en caso de tener alguna duda relativa a este último concepto y sus diferencias con el de “arriba” le remitimos a la citada serie o al libro dedicado a Jim Henson “La diferencia entre arriba y abajo”):

En la Radio Televisión Española de la naciente democracia había ganas de abrir las ventanas y airear la casa y en los despachos de infantiles no estaban dispuestos a dejar que las emociones fuertes se vivieran sólo en la sección de informativos. Al igual que hoy en día bandadas de profesionales del marketing han anidado sobre los antaño inocentones programas de dibujos y marionetas, concentrados en venderles a los niños peluches, Cds, DVDs, libros coloreables, y un largo etcétera de rentable “merchandising”, por aquel entonces docenas de especialistas en pedagogía con las ideas muy claras sobre cómo debía formarse a la chiquillería ponían al día sus currícula y sus recomendaciones con la intención de pasar a formar parte de la plantilla del “Ente” y enterrar del todo al Capitán Tan, Valentina, los Hermanos Malasombra y el resto de los “Chiripitifláuticos”.
Sin embargo, en las altas esferas se había tomado la decisión de adquirir los derechos de la serie original americana y emitirla, lo cual cayó como un jarro de agua fría sobre las cabezas de las nuevas mentes pensantes: Gustavo, Epi, Blas, el profesor Siesta ... reflejaban una realidad distinta de la española: ¡la americana! (afortunadamente, el concepto de “arriba” y el de “abajo” no cambia demasiado de un lado a otro del Atlántico)
Al saber la noticia un buen número (3) de teóricos del fantástico, encabezados por el pope de la crítica del momento (de ese momento en particular, porque en los ochenta la afición le dejó de hacer caso y prefirió centrarse en dirigir una revista dedicada al coleccionismo de sellos que no duró más de tres números) Eufemio Azpitarte montó en cólera y firmó un manifiesto contra la serie venida de las Américas, afirmando que “Eso no es verdadera ciencia-ficción: Menos escenas que enseñen los números, que ya se los deberían saber de la escuela, y más que expliquen el teorema de Pitágoras: la infancia española no debería ser alimentada con historias tan simples y blandas” (Que esta gente encontrara las historias de “Barrio Sésamo” “blandas” no es de extrañar si tenemos en cuenta que los personajes están hechos de trapo: ¿qué querían, que estuvieran hechos de hormigón o de granito?)
Para acabar de complicar las cosas un grupo de trabajadores del Ente, sabedores de que en Austria se había hecho una versión punk del programa en la que los personajes no estaban hechos con trapo (“Eso es propio de hippies vegetarianos afeminados”, afirmaba el director del programa) sino con estropajo e incluso había un grupo de personajes hechos de estropajo metálico e imperdibles que les enseñaban los números a los niños tocando versiones en alemán de los Sex Pistols y los Ramones. Para los que no estén muy puestos en el tema, bien porque sean de la generación que creció leyendo “La saga de los Aznar” y no han salido de “Los Bravos” o “Los Angeles” o porque sean de la que se está criando con Naruto y no oyen más que “La Mala Rodríguez”, “El Chojín” o J-Pop, hay que aclarar que los Sex Pistols eran un grupo punk británico de la segunda mitad de los setenta liderado por Sid Vicious -véase la película “Sid y Nancy” Los Ramones eran un grupo neoyorkino también tirando a punk que, pese a lo que pueda indicar su nombre y a que también son de la quinta de los “Born in the fifties”, no guarda ninguna relación con Ramoncín, actualmente uno de los capitostes de la Sociedad Española de Autores y Ejecutables, asociación con ánimo de lucro que para hacer valer sus argumentos favorables a imponer cánones sobre todo tipo de artículos envía a sus miembros a sacarse fotos con el presidente del Gobierno y este último no sólo no les echa los perros sino que les recibe y les da de merendar.
TVE-1 acabó decidiendo crear un programa que mezclara lo mejor de ambos mundos. Por un lado, sketches de Epi, Blas y todos los demás, de los que por lo menos se sabía que ya habían funcionado en todo el mundo entero, y por otro escenas ambientadas en un barrio español en el que convivían apaciblemente en viviendas de protección oficial seres humanos y muñecos, lo cual satisfacía tanto las demandas del grupo de presión formado por las agrupaciones sindicales de actores como las de las costureras a sueldo del Ente y las de la asociación española de marionetistas.
Así, los primeros muñecos elegidos para poblar ese barrio fueron la gallina Caponata y el caracol Perezgil. Tristemente, se notó que entre los guionistas no había ningún conocedor serio de lo que es la ciencia-ficción y no se nos hizo una presentación correcta de los personajes, como se hace en cualquier novela seria del género, que dedica por lo menos treinta páginas a presentar de forma exhaustiva la situación, de forma que los lectores que han sobrevivido a esa exposición inicial entienden a la perfección el porqué de cada cosa. Por tanto, los niños del momento tenían que apechugar con la situación de un caracol de medio metro de alzada y una gallina del tamaño de un avestruz y preguntarse cómo habían llegado a parar ahí: ¿Eran miembros del cuerpo diplomático de una embajada de Muñecolandia? ¿O habían solicitado asilo político y se les había asignado una casa en ese barrio, cual si fuera un ghetto o un campo de refugiados? ¿Acaso podían ser el resultado de un experimento genético realizado por científicos nazis ocultos en Sudamérica, como en “Los niños del Brasil”?
En RTVE se fueron emitiendo los episodios a la hora en que los niños se comían la merienda lo que por aquel entonces era garantía de audiencia millonaria. Eran otros tiempos y lo que se emitía por el VHF no tenía que competir con privadas, autonómicas, Internet, la Playstation, etc, etc y si les daba por emitir música clásica a esa hora los niños se la tragaban igualmente.
Aunque a los directivos de la cadena americana no les hacía demasiada gracia que entre sus escenas de Epi y Blas, Pepe el Sonrisas y Sherlock Hemlock aparecieran la gallina y el gasterópodo: Todo zoólogo sabe que el caracol es un bicho baboso, hermafrodita (hermafrodita incompleto, para ser más precisos) y con cuernos (si hay alguien a quien le interesen las historias sexuales con morbo le aconsejamos que se empape de los procesos reproductivos de los caracoles), por no hablar de que el segundo apellido del gasterópodo, Gil, era el mismo que el del constructor entonces conocido por el hundimiento de “Los Ángeles de San Rafael” y al que después se le acabaría conociendo por “Las noches de Tal y Tal” y por presidir el Atleti y el consistorio de Marbella. (Francamente las implicaciones del caracol con la mafia del ladrillo eran manifiestas solo con verle llevara ya incorporada la casa en la chepa)

Los dos animales siguieron apareciendo un par de años en la pequeña pantalla hasta que alguien decidió ponerlos de patitas (nunca mejor dicho en el caso de la gallina, aunque no en el caso del caracol) en la calle. (No ha quedado cons
tancia de cómo reaccionaron los actores implicados, pero si tenemos en cuenta que quien interpretaba a Caponata es Emma Cohen, actual mujer de Fernando Fernán Gómez, nos podemos imaginar a dónde les diría que se podían ir):


El barrio iba a sufrir un cambio radical y el mascarón de proa iba a ser un erizo parlante de color rosa llamado Espinete.

Al igual que con Caponata, los guionistas optaron por no desvelar el misterio de su origen: ¿por qué de color rosa? ¿acaso se le habían implantado los genes de una medusa o una anémona? ¿por qué sus púas eran flácidas y ni pinchaban ni nada? ¿por qué los vecinos no se sorprendían de su presencia? Cuando un ama de casa ve entrar en su casa a un erizo rosa no le pone colacao: lo primero que hace es tirar por el fregadero el contenido de todas las bebidas alcohólicas por miedo a estar hundiéndose en el “delirium tremens” y lo segundo es decirle al marido "¿Antonio, les has dejado tú a los niños que se traigan el erizo ese de dos metros al salón de mi casa? Como se siente en el sofá con esas púas el arreglo del tapicero nos va a costar medio sueldo” (Un guionista de la escuela castiza hubiera concluido la situación con una respuesta del tipo “Mira, Matilde, si yo llevo veinte años aguantando a tu madre no sé por qué no vas a poder aguantar tú a este bicho”)

Pero Espinete no era la única violación de las leyes de la naturaleza que andaba por el barrio: Había un ser con nariz de patata y de color pardo llamado Don Pimpón de profesión desconocida (¿parado de larga duración? ¿prejubilado? ¿rentista? ¿sin hogar? ¿buzo de la Armada en periodo vacacional?) que acompañaba al erizo en sus correrías. Entre los dos consiguieron hacerse con el cariño de los niños, aunque no con el de mi padre, que cada vez que veía al erizo en pantalla pensaba “menudo gilipollas de animal”, pero mi padre no cuenta porque no era un niño.

Tan grande era su popularidad que se acabaron incorporando al acervo popular frases como “Eres más tonto que Espinete que va en bolas por la calle y luego duerme con camisón” (otra de las preguntas que se hacía la gente al verle por la tele) o “Te mueves menos que los ojos de Espinete”, frase similar a “Te mueves menos que la estatua de un funcionario”.

La nueva serie se emitió desde 1983 a 1987, lo cual indica que, más o menos, su fase de producción coincidió con la primera legislatura en la que el PSOE estuvo al mando del Gobierno de la Nación y eso explica algún que otro detalle significativo. Algún lector repondrá que la serie también coincidió en el tiempo con las dos últimas ligas que ganó el Athletic de Bilbao y no por ello hay que sacar, por ejemplo, la conclusión de que el quiosquero de la serie llevara boina para celebrar el triunfo de los leones de San Mamés. Sin embargo, es innegable que los dos mismos personajes principales acabaron reflejando las tensiones que convulsionaban el partido socialista aquellos años: don Pimpón representaba al hirsuto guerrista de la vieja escuela curtido en los tiempos de la clandestinidad ligado al sindicato UGT (no hay más que ver el gorro que llevaba, que lo conectaba con los trabajadores del campo y de la construcción, y que le hacía parecer un afectado por la reconversión de los altos hornos de Sagunto) que veía al puercoespín parlanchín como un erizo advenedizo y arribista relacionado con las altas esferas económicas y lo que se conoció como “beautiful people”.
Los conflictos ideológicos estaban a la orden del día durante del rodaje y los guiones se reelaboraban constantemente para no herir la sensibilidad de una y otra corriente. Raro era el día que no se oían epítetos como “Solchaguista vendepatrias”, “Siervo del capital”, "¿Para esto he corrido yo delante de los grises?"; ”Fósil del pasado”, “Traidor a tu clase” o “Progre decimonónico” y aún se recuerda cómo el actor que interpretaba a Don Pimpón se presentó ataviado como su personaje en el plató el día siguiente a haberse votado “Sí” mayoritariamente en el referéndum de la OTAN (actitud que, aun consciente de la necesidad de atenerse a la disciplina de partido, le costó no pocos conflictos ideológicos internos) en un estado de completa embriaguez vociferando cosas como “Si Pablo Iglesias levantara la cabeza”, “El que mejor se lo ha montado es Tierno Galván, que se ha muerto antes de tener que pasar por esto” y “Que sepáis todos que Bono va a ser el primer guerrista que traicione a Guerra”

Tristemente, la bronca llegó a nivel físico cuando alguien puso un anónimo en el buzón de “Don Pimpón” en el que le hacía saber que en un mitin de, como diría Sánchez Dragó, la Alianciña Populeira de Fraga, había habido un espectáculo infantil protagonizado por Espinete (normalmente en un mitin político ya hay de por sí momentos propios de un patio de colegio, por ejemplo, cuando se empieza a acusar al rival con argumentos del tipo “Y tú más, y tú más, ustedes no están legitimados para decir una cosa así”, pero en este caso el espectáculo infantil sí que estaba explícitamente dirigido a los niños) Su furia llegó a tal extremo que se abalanzó sobre “Espinete” y empezó a golpearle mientras gritaba “¡Ahora sí que te has vendido a la derecha! ¡Niégalo, mala mujer, niégalo!” Hicieron falta tres cámaras y una script-girl para reducir al exaltado, que nunca aceptó que el Espinete conservador pudiera ser un Espinete apócrifo. Por aquel entonces no había cánones impuestos sobre, por ejemplo, los disfraces de erizo rosa, para poder sacarle dinero en concepto de derechos de imagen a Alianza Popular (que, por otra parte, como aún no contaba con Norma Duval para animar sus mítines, tenía que apañarse con lo que fuera para entretener a las masas) así que su estrella principal no vería un duro, lo cual le molestó bastante: ¿Quién había querido manchar una trayectoria tan impecable como la suya calumniándole ante su compañero de reparto? ¿Cómo se habían atrevido en AP a aprovecharse de su trabajo actoral desarrollando al personaje? ¿De dónde habían sacado el disfraz para el show? ¿Acaso había un tráfico oculto de disfraces de Espinete sustraídos a escondidas de los estudios de Prado del Rey?

La razón de ser de esta preocupación era esa extraña moda que recorrió la España de los ochenta (tengamos en cuenta que illo tempore había unos gustos tan raros como la música disco italiana, hacer aerobic, las hombreras estrafalarias o el cómic de línea clara ) y de la que aún sentimos los efectos: Por aquel entonces era muy frecuente era ir a una fiesta enrollada, encontrarte por ejemplo a tu jefe y que, con dos o tres copas de más, te contara que, para darle aliciente a su vida sexual, su señora y él habían empezado a “experimentar” poniéndose un disfraz de Espinete. Tú, cuando te preguntaba que si habías empezado también a “probar cosas nuevas”, para salir del paso, lo primero que se te ocurría responderle era que a veces, con tu chica, os poníais, respectivamente o no, un traje de Mr Spock de Star Trek y otro de la princesa Leia de Star Wars, aunque fuera mentira. (Había gente a la que no le funcionaba el truco porque lo único que conseguía era que lo respondieran :”Oye, pues si quieres quedamos el fin de semana en mi chalet de la sierra y nos montamos una fiesta enrollada entre todos”)
Sin embargo, esta tolerancia social hacia el uso de disfraces de Espinete no se extendía hacia los que se inspiraban en otros personajes: A los sexólogos de siempre les ha sabido muy mal tener que cortarle el rollo a una persona diciéndole que es un vicioso y un pervertido pero cuando se presentaba en la consulta una señora acusando a su marido de proponerle buscar nuevas sensaciones usando para ello un disfraz de don Pimpón se apresuraban a someterle a una terapia de deshabituación con descargas eléctricas en según qué partes al tiempo que le mostraban fotos del simpático ser parecido a un híbrido entre humano y patata.
No es de extrañar que Chelo Vivares y su marido, que interpretaban, respectivamente, al erizo y a Chema, el panadero del barrio, fueran la pareja más envidiada de toda España en según qué círculos por tener acceso a los verdaderos trajes de Espinete y no las burdas imitaciones de franela que se vendían en el mercado negro. Más de una vez efectivos de la Policía Judicial hubieron de personarse en su domicilio con un mandato de registro para comprobar si estaban implicados en alguna red de tráfico de disfraces con fines sexuales inspirados en el animalito.

Dejando de lado que de los dos protagonistas principales uno fuera un puercoespín parlante y el otro no fuera humano, en absoluto humano, no se puede decir que hubiera demasiadas escenas de fantasía, ciencia-ficción o terror en las aventuras que se vivían en el barrio (el realismo garbancero que dominó España en los ochenta asfixió todo lo que oliera a marciano o a hombre – lobo a lo Paul Naschy) Sin embargo, entre las cancioncitas que entonaban los residentes del barrio hay un par de perlas que sí son dignas de mención: Una se titulaba “Son de mentira” y en ella se afirmaba que “los fantasmas y las brujas / son de mentira, sí, sí, sí”, ignoramos si con la intención de desacreditar de un plumazo todo el género de terror o si solamente se pretendía poner en solfa las historias de las que se nutre el terror clásico y abrirle así camino ante las nuevas generaciones a un terror más renovado del estilo de Ramsey Campbell o Clive Barker (si no fuera por los pinchos, uno en la vida se imaginaría a Espinete participando en alguna historia del estilo de Hellraiser, pero hay más de un estudioso que se ha oído treinta veces la canción y así lo afirma y nosotros no somos nadie para enmendarle la plana)
La otra canción que llegó a tocarle el corazoncito a los amantes del gore fue la titulada “Un erizo como yo” que, como habrán adivinado los lectores más atentos, estaba interpretada por el animalito y servía para describir su personalidad. Si bien el estribillo era un tanto anodino:

“Como soy tan alto,
corro, brinco y salto,
¡soy el erizo más listo de aquííí!”
(según esto, toda persona que mida más de 1,80 m debería andar por la calle a la carrera y dando volatines), la cosa ganaba enteros con estos versos tan sobrecogedores
“Tengo pinchos en la espalda
pero por delante no
para que cuando te abrace
no te pinche el corazón”

Por aquellos años Dan Simmons aún estaba dándole vueltas al personaje que en “Hiperión” era conocido como el Alcaudón, que clavaba a sus víctimas en “El árbol del dolor”. Quién sabe si por un momento su mente y las de los escritores del programa coincidieron, aunque seguramente Simmons se hubiese autocensurado de pasársele por la cabeza la idea del Alcaudón diciéndole a un niño que si no tenía pinchos en el pecho era para poder abrazarle sin por ello atravesarle con ellos el corazón.

La serie terminó de emitirse en el 84 (para descanso de mi padre, que ya dejó de encontrarse al encender la tele con el puercoespín) y, como suele suceder, páginas y páginas de guiones y proyectos acabaron metidas en carpetas para acabar posteriormente en archivos A-Z. Quitando a ese tipo de personas que llevan su nostalgia hasta extremos patéticos y defienden a muerte las virtudes de las series que veían durante su infancia o su adolescencia y que coleccionan cualquier tontería relacionada con ellas pocas personas habría interesadas en conocer el contenido de esos archivos. Sin embargo, varios estudiosos de la teoría y la praxis de la televisión infantil tuvieron acceso a esos archivos y descubrieron el ambicioso proyecto de llevar a la pantalla grande a los personajes de la serie con un argumento propio de la ciencia-ficción en el que se desvelaba el origen de los dos protagonistas principales (también se desvelaba el origen de Chema el panadero, pero verle darse de alta como autónomo y adquirir una furgoneta por “leasing” para comprarle las barras a las tahonas locales no tiene demasiado interés para el aficionado a la fantaciencia)

En este episodio perdido de Barrio Seśamo se planeaba mostrar el cortijo ubicado en la serranía de Cazorla donde el taimado doctor Sánchezstein tenía su laboratorio en el que se llevaban a cabo hibridaciones de seres humanos y animales siguiendo la técnica del esqueje y el injerto cual si se tratara del Doctor Moreau de H G Wells: un sanguinario vigilante producto de la combinación de células de “homo sapiens” con otras de lince ibérico que hace de malo de la película, un híbrido de mujer y urogallo, otro de hombre y cabracho, un cruce entre quisquilla y mujer que hace de señora de la limpieza y, los más abundantes y los más logrados, si no desde el punto de vista intelectual sí desde el punto de la estabilidad del metabolismo, los híbridos de erizo a los que el doctor Sánchezstein tiene vareando aceitunas en el olivar circundante.

En ese idílico escenario reminiscente de series como “El prisionero” o “La fuga de Logan” o, mejor aún, “Rebelión en la granja”, el lector más atento ya habrá imaginado que hay dos seres disconformes con sed de libertad, uno, un cruce de humano con pepino de mar que se llama Pimpón, y el otro uno de los erizoides llamado Espinete. (El doctor tiene mucho más talento a la hora de hibridar que a la hora de poner nombres)

Una vez terminado este “flash-back” volvemos a la cruda realidad del barrio (disturbios estudiantiles, elevados índices de paro, inflación desbocada, gominolas que dejan de elaborarse de forma casera y se fabrican en el extranjero con colorantes y edulcorantes artificiales ...) que hace que los dos exiliados decidan ajustar cuentas con su pasado e inicien un largo viaje en el que Don Pimpón desnuda sus deseos más profundos mientras recorren la meseta castellana. “Todos los seres quieren perpetuar su especie pero, ¿cuál es la mía? ¿Cuál es la tuya? Mírate: ni tienes genitales externos, que yo sepa. ¿Qué somos? ¿Qué hacemos en este mundo que se ríe de nosotros? ¿Somos mortales? ¿Envejeceremos? ¿Podemos reproducirnos? Dios mío, qué desolación”
La pareja es recibida por el “mad doctor” responsable de su origen y, muy gráficamente, le hace saber de sus anhelos vitales: en una escena que homenajea tanto a “Frankenstein” como a “Amarcord” de Fellini don Pimpón, enloquecido, se sube a lo alto de un olivo gritando "!Quiero una mujeeer!” El olivo es una pieza fundamental de la agricultura española y da de comer a mucha gente pero no está hecho para aguantar según qué pesos, así que don Pimpón se da de bruces en el suelo. Conmovido, Sánchezstein se ofrece a dotarles tanto de capacidad reproductiva como de “partenaires” con los que ejercerla. Después el guión se pierde durante un buen rato explicándole a la infancia todas esas cosas tan bonitas que salen en el material de educación sexual para primaria: que si el polen, que si las semillas, qué es lo que hace falta para plantarlas en terreno adecuado, que si la sexualidad responsable, etc, etc.
Afortunadamente los guionistas no desaprovechan a un personaje como el híbrido de lince y le vemos intrigar junto a un híbrido de caracol (había que aprovechar el muñeco de Perezgil), envidioso del carisma ante las masas de los recién llegados y temeroso de que don Pimpón ocupe su puesto a la diestra del profesor y le arrebate sus numerosas prebendas (acceso al reproductor de vídeo Beta y al microordenador Spectrum, pases de pernocta, zamparse un erizoide vivo y coleando cada mes ...) Justo antes de la intervención los dos malos dejan inconsciente al profesor y, aprovechando que Espinete y don Pimpón están anestesiados les dotan de sexualidad, sólo que según los perversos planes del caracol, que ha estado estudiando los procesos reproductivos del esturión con vistas a montar una piscifactoría: Cuando despiertan ven horrorizados cómo el erizo tiene una cloaca por la que evacúa huevos que sólo pueden ser fecundados por el fluido seminífero que sale de los genitales de su amigo según leen en las instrucciones de uso que les han dejado en el quirófano.
Creyéndole culpable de su condición, los dos amigos se presentan ante su creador y, en una escena obviamente escrita bajo la influencia de Blade Runner que por aquel entonces se había estrenado hacía poco, como si fueran el replicante Roy, primero le besan en la boca y después lo estampan contra las púas de Espinete que, a causa de las hormonas sexuales que corren por su sangre, están por fin erectas y puntiagudas, por lo que el profesor muere más perforado que un alfiletero.
Sin embargo, acaban sabiendo que el profesor no fue el responsable de su horrible condición (horrible si no se es un pez, porque los peces llevan millones de años reproduciéndose así y no parecen encontrar inconveniente en hacerlo así) y, sintiéndose culpables de la muerte de un inocente, deciden aliviar ese sentimiento de culpabilidad matando a dos culpables, el caracol y el lince: Don Pimpón demuestra que si se le llama “don” no es porque tenga un aire de respetable persona mayor (que, con ese sombrero, no lo tiene), sino porque se lo ganó batiéndose el cobre en los rings de lucha libre en Méjico y de un certero molinete acaba con las vidas de sus enemigos.

Una vez resuelto el tema en la granja los dos protagonistas han de afrontar su relación personal y la historia entra en el terreno del drama: don Pimpón desea dar rienda suelta a sus nuevos instintos pero Espinete, como en el fondo es un estrecho, tiene serias objeciones al respecto: “Conmigo no cuentes para 'eso', pero siempre podemos ser amigos” “Pues mira, la amistad te la puedes meter por el culo”

La película termina con un Espinete horrorizado (u horrorizada, ya que no queda del todo claro en qué género hay que encuadrarlo después de la intervención) huyendo del que fue su amigo por las nieves del polo, sabedor de que le está rastreando con su nuevo olfato capaz de percibir sus hormonas en el aire aun a kilómetros de distancia, presto a fecundar cualquier pegote de huevos que se vaya dejando por ahí.

Hemos sabido (más bien Luis G Pardo, editor de Videópolis, nos ha hecho saber mediante mailings masivos) que Rodrigo Menéndez, autor que ha lanzado al mercado pastiches que homenajean al personaje de Conan Doyle tan exitosos como “Sherlock Holmes contra Artapalo” y “Sherlock Holmes en Puerto Hurraco” planea aprovechar este guion perdido para una nueva novela que se titularía “Sherlock Holmes en el Barrio del Miedo” en la que el detective se establece en el vecindario e intenta esclarecer los sucesos misteriosos que acontecen en él, tales como posesiones diabólicas, invasiones alienígenas, robots gigantes que viajan en el tiempo y hombres polilla devoradores de trapo que amenazan con comerse a toda la población de muñecos.


FELIZ DIA DE LOS INOCENTES

 Ya le habréis echado un vistazo a StardustCF , ¿no? Que las imágenes son la mar de bonicas ... ¡Feliz 2024!