lunes, 11 de junio de 2007

“LA TELE QUE MAMASTE”: UN EXTRACTO



El editor Gundisalvo Gonzálvez Halcón, propietario de la megacorporación Grupo Dreaditorial Aserejec, ha puesto recientemente a la venta el sobresaliente estudio sobre las series televisivas de ciencia – ficción titulado “La tele que mamaste” obra del fuera de serie del estudio de hasta las más serias series sirias Ildefonso Melero. (Para más detalle ver el post anterior al post anterior, es decir el antepenúltimo si consideramos éste que estás leyendo ahora el último, aunque si no lo consideras así, estamos hablando del penúltimo)

A cada una de las series se le dedica una ficha que incluye datos como temática general, productora, guionistas, actores y directores principales, número de episodios que duró y fecha de emisión en su país de origen que casi nunca es España (afrontémoslo, muy poquitas series del género que merezcan la pena han salido del erial patrio, quitando “La gabina” de Mercero, “Historias del otro alelado” de Garci, “Histerectomías para no dormir” del mamachicho Ibáñez Serrató y “Los mundos de Yupi” que, debido al entusiasmo que sentía por él el propio Jordi Pujol acabó traducida al catalán como “Els mons del Yuppie”) Además, Ildefonso complementa esa información básica con detalles curiosos como las marcas de las batidoras que aparecen en cada uno de los capítulos de las serie y si, por ejemplo, sale una mujer viéndosele la pechuga y en qué episodio y minuto es posible verla.
Gundisalvo, interesado en que la gente compre más su libro (aunque en realidad le es lo mismo si sólo lo compra una persona pero acaba pagando toda la tirada), ha tenido la amabilidad de cedernos un extracto del libro por si alguien lo lee, se pica (en el buen sentido de la palabra) y decide comprárselo entero (no, no acepta que la gente arranque las páginas que leerá aquí del libro y luego pida que se la descuenten del importe total) ¿Por qué hace esto? ¿Por qué querría un editor darnos un episodio para que nos lo leamos por la patilla? La explicación para esta medida aparentemente sin sentido, como en tantas cosas de un tiempo a esta parte, la tenemos en el marketing: “Recuerdo que veía a la puerta de mi instituto unos mayores con gafas de sol repartiéndoles sobrecitos a algunos chavales con algo que parecía sal marina o chocolate. Por supuesto, el dinero necesario para esa cantidad que les regalaban, se perdía pero, ¿qué era eso comparado con la posibilidad de establecer una relación comercial que te asegure una cartera de clientes leales capaces de vender a su padre para hacerse con lo que vendes? Y me dije, ¿por qué no hago yo lo mismo con los libros que publico, a ver si la gente se engancha y acaba apoquinando por el libro entero?”
Y así es como llega a este blog el exhaustivo repaso a ese programa que nos hizo soñar a todos de pequeños y gracias al cual aprendimos la diferencia entre arriba y abajo (la diferencia entre izquierda y derecha la aprendimos leyendo “El capital” y “El libro rojo de Mao” por un lado, y los artículos de Federico Jiménez Losantos, por otro):
BARRIO SÉSAMO: LA POÉTICA DEL TRAPO
Podía haber sido uno más de los programas surgidos de la productora Childrén Telly Netpork, pero la prodigiosa imaginación de su equipo creativo llevó a los hogares de todo el globo terráqueo una galería de seres monstruosos que pueblan un mundo en el que la evolución no se ha basado en el silicio como en alguna que otra novela de ciencia-ficción o en las cadenas proteínicas a partir de las cuales está compuesto este autor y supongo que un porcentaje significativo de mis lectores, sino que la forma de vida dominante, mucho más diversa que la que aquí conocemos, está basada en largas cadenas moleculares de celulosa organizadas en fibras más o menos de la forma que aquí conocemos como “trapo”.
Esta materia base, lógicamente, condicionaba el aspecto externo de los personajes que, por regla general eran bastante peludos y, al igual que los canarios y los perros cuando pasan por la muda, iban dejando pelusas verdes, azules, rojas .... por todas partes. También los había con poco pelo que parecían esos muñecos que hacen los niños enrollando dos guantes de tela o dos calcetines viejos (es de recordar una escena no emitida en España que tenía lugar en un asilo de monstruos jubilados y que mostraba de manera dolorosa los efectos de la decadencia del trapo: “sietes”, desgarrones, desteñidos, roces, manchas de nicotina en los dedos contra las que no podía hacer nada ningún detergente ...)
A estas alturas el lector atento se estará preguntando que de dónde salió la idea de basar en el trapo y no en la carne, las plumas, el cuero o incluso el ganchillo: ¿tenía el padre del productor una planta de reciclado de ropa vieja, acaso, y hacía negocio surtiéndoles? Para encontrar la respuesta tendremos que remontarnos a finales del siglo XIX: en Dinamarca surgió una sociedad que creía en la fraternidad entre los seres humanos por encima de razas y naciones y que estaba particularmente horrorizada ante el hecho de que seres humanos fueran discriminados por motivo del color de su piel. “Los estudiosos de Kronenbourg “ dedicaron páginas y páginas a estudiar la relación entre la identidad que de sí mismo tiene cada ser humano y el concepto de “cuerpo” con el fin de desligar el color de la piel y otros atributos raciales de la propia identidad para evitar el racismo. Si tenemos en cuenta que pocos años después Centroeuropa se llenó de gente aficionada a pasearse con el brazo en alto y a meter en campos de concentración a seres humanos de “razas inferiores” llegaremos a la obvia conclusión que, fuera de determinados círculos intelectuales, él éxito de esta sociedad fue bastante limitado. Con la guerra el grupo se desbandó y los principales ideólogos del grupo acabaron dedicando sus esfuerzos a la producción de la cerveza noruega Kronenbourg, con mucho mayor éxito del que obtuvieron influyendo en las masas, salvo dos miembros que emigraron a Norteamérica: Uno fue el progenitor del cineasta canadiense David Cronemberg, que con filmes como Scanners y Videodrome, además de hacerle pasar bastante asquito a los espectadores abundó en el tema que había estudiado su progenitor y fundó la estética conocida como “la nueva carne”. Por su parte, Friedrich Kronembourg, otro hijo de los inmigrantes, que acabó dedicándose a programas infantiles, elaboró por su parte la estética del “nuevo trapo” llenando la pantalla de cuerpos como los “cabezones”, dos (o uno, según se mire) monstruos siameses con un sólo tronco, pero con dos cabezas,los “trompetillas”, monstruos con una bocina por nariz, ranas parlantes, un ser volador sobrehumano (o supermonstruoso) llamado SuperKoko que surgió de las numerosas lecturas de Nietzsche que hacía Friedrich, una velada referencia a la adicción a las drogas como es el caso del voraz monstruo devorador de galletas Triqui, un vampiro adicto a enumerar cosas como el conde Drako y una civilización de seres diminutos conocidos como los nabucodonosorcitos (prueben a decir la palabra mientras se comen un mantecado, prueben) que habían colonizado un parterre en el que tenían la solución habitacional la familia protagonista.

De entre el elenco de personajes destacan dos personajes que supieron ganarse el aprecio de los niños pero que en España nunca consiguieron despejar los rumores relativos a su sexualidad: Ernie y Bert (en España Epi y Blas, en vez de Ernesto y Berto, que hubiese sido lo suyo) eran dos personajes que vivían en la misma casa, pero de los que nunca se decía si eran hermanos o padre e hijo (hubiese resultado extraño, siendo uno de color naranja y el otro de color amarillo) o si eran dos estudiantes que compartían piso, lo que preocupó a más de una madre, temerosa de que en realidad fuesen dos muñecos homosexuales que por las noches mant
uvieran contacto carnal (o trapal, o textil, o como se diga)
Todas estas dudas maliciosas nunca hubiesen tenido lugar si se hubiera emitido en nuestro país el episodio en que se relata el encuentro en la puerta del Seminario Mayor de la Facultad de Teología de Maguncia de estos dos novicios de la orden mendicante de los monjes de la Trapa (principalmente fueron los famosos bombones que se elaboraban en la confitería de la orden lo que atrajo hacia ella a estos personajes) o aquél en el que Blas comparte con Epi su crisis de fe tras unos ejercicios espirituales dirigidos por un carmelita descalzo o el gran momento de la ordenación sacerdotal de ambos. Quizás los responsables de programas infantiles no se atrevieron a mostrarle a una España que aún no se había hecho el cuerpo a la renovación eclesiástica inspirada por el Concilio Vaticano II a dos religiosos que no vestían la sotana o el alzacuellos de rigor y el público hispano nunca supo de esta faceta de Epi y Blas. Es una pena, porque así se perdieron sus escenas de vida estudiantil: los apuntes, las fotocopias, las exámenes, las recuperaciones en septiembre e incluso en febrero (resulta comprensible que unos personajes que necesitan repasar nociones tan simples como “arriba y abajo” tengan dificultades para asimilar conceptos como “Dios es uno y trino”, la “Summa Teologica” de Santo Tomás de Aquino, “De civitate Dei” de san Agustín, el nominalismo, el pelagianismo, el julianismo o la teología de la liberación, etc, etc.) La simpática pareja no sólo protagonizó escenas musicales o típicas de la comedia de costumbres, sino que el aficionado al fantástico también pudo disfrutar de un sentido homenaje a las películas de terror de los años treinta cuando Epi y Blas, ya ordenados sacerdotes y adiestrados por un tal padre Carras Kahl son enviados a exorcizar una aldea situada en los Cárpatos sometida al imperio de un temible vampiro de tez violácea conocido como el conde Drako. Los briosos movimientos de cámara, dignos de la mejor película británica de la Hammer, atrapan la atención del espectador que contempla cómo, armados de agua bendita, mazos y estacas, los protagonistas hollan la cripta del conde que les espera agazapado listo para lanzarse a la yugular del religioso de color naranja que se ha equivocado y en vez de cubrirse el cuello con un collar de ajos que repela al vampiro como ha hecho su compañero se lo ha cubierto con una ristra de pimientos choriceros.

Sin embargo, la conducta que los actores mostraban en la vida real distaba mucho de la que se les veía en la pantalla: juergas con strippers incluidas, bebida, sustancias ilegales y, particularmente en el caso del actor que encarnaba a Blas, amistades ideológicamente sospechosas. Como descubrió la web http://www.bertisevil.tv éste último frecuentó al dictador argentino Videla, a Saddam Hussein, participó en reuniones del Ku Klux Klan y, al parecer incluso antepasados suyos fueron vistos con Hitler y algún retrato robot del Londres victoriano presenta a un Jack el Destripador enormemente parecido al Blas que todos conocimos de pequeños.
Incluso se rumorea que durante la huelga de hambre del etarra De Juana Chaos se presentó para mantener un contacto bis a bis con él un extraño con el pelo tieso y la piel muy amarilla transportando un pirulí y una tripa de salchichón ocultos en su cuerpo.










Esta personalidad desajustada también acabó manifestándose en el trabajo en la serie: él y varios miembros del equipo tenían, como decía, “cuentas pendientes” y los reproches y las acusaciones de divismo llegaron a extremos desorbitados cuando la rana Kermit (Gustavo para nosotros) empezó a presentar el mundialmente conocido programa de variedades “Muppet Show” (en España “Los Teleñecos”) mientras que su proyecto de presentar un informativo quedaba congelado, lo cual llegó a atribuir a manejos del batracio: “Yo aquí sacando adelante el programa y la cochina rana papando moscas todo el tiempo con la cerda esa” (Ese último epíteto iba por Miss Peggy, también presentadora del show y protagonista del serial “Cerdada espacial”, la única estrella de la televisión mundial que en vez de camerino tiene una cochiquera, aunque cualquier espectador atento de las cadenas en abierto convendrá en que en la fauna televisiva hay un buen puñado de mujeres a las que, aun sin formar parte de la cabaña porcina española, el calificativo anterior les ajusta perfectamente) Se comenta que tal era el grado de frustración que se apoderó de él al ver truncada esa ambición tan típica de las estrellas infantiles de trascender su papel (véase el caso de Milikito) y convertirse en un gran comunicador al estilo de Walter Cronkite, Lou Grant o José María Carrascal que pagó a dos matones para que fueran a la charca de Kermit a partirle las ancas. (Ciertos confidentes de la policía cuentan que lo que le libró de la paliza a Gustavo fue el gran parecido que guardaba con él uno de esos príncipes encantados que pululan por los estanques y que acabó llevándose tal somanta de palos que no valía ni para tests de embarazo)

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Me vi a de cagá en toas tus muelas tordas.
Er autó y er editó también
Ea.
Ozú

VMGB dijo...

Y er correctó, mismamente.

Oyes, que ese capítulo habría que dejarlo tal cual (con la continuación, claro). Fabuloso. o_O

Francisco Fernández dijo...

You ain't see nothin' yet.

Pues ya veréis la continuación que tratará sobre los añadidos españoles a Barrio Sésamo (Espinete, don Pimpón y su p ... etc) Eso sí, después de escribirlo me voy a ir al campo 3 meses a plantar cebollinos, que debe requerir menos tiempo que escribir el post este.

VMGB dijo...

Es que es un gran proyecto. Hoy me he topado por casualidad (ni sabía que todavía lo conservaba) con uno de tus monólogos (ese que empieza contigo en el aseo de la estación de Sants y que luego deriva hacia las cucarachas algecireñas y los cines). Me partía de risa. :D

Anónimo dijo...

Pos en la reedición, mirusté, que este capístulo a de qudá como está, como dice er Vistor, correstó estilístico donde los aya.
Le apuntalo er capistulo pa la prósima.

Francisco Fernández dijo...

Pues para un próximo post queda lo del Barrio Sésamo español, porque éste capítulo queda ya finiquitado. Me alegra que te gustara el monólogo (jo, hace ya 2 añitos de eso)

VMGB dijo...

Ya en serio, vamos a hacer un poco de propaganda (aunque en cuanto salga a la venta pienso hablar de él en mi blog, jeje): el libro es magnífico y he aprendido un montón. Además, se nota que el compañero Merelo sabe de esto y tiene buen gusto: estoy de acuerdo en todo lo que dice.

(Menos en lo de "Los 4400". Claro :P)

Joder, qué ganas de pillar "Firefly"...

Francisco Fernández dijo...

Hablando del compañero Merelo: viendo un programa sobre la Transición (creo que era el de la Sexta) se oía cómo pasaban lista en el Congreso y les tocaba a los del PCE y oí "Rafael Alberti Merello" Yo ya conocía a unos primos lejanos de Ildef ... (perdón, Alfonso) pero no sabía que estuviese emparentado con tan ilustre escritor.

Anónimo dijo...

Dos cosas: gracias por los "piropos", Victor.
2º Alberti no es pariente nuestro- aunque no hubiera importado-. Los Merello, con doble l, es la rama de apellido que conserva la grafía italiana. Nosotros perdimos una L en el camino. Supongo que en cualquier registro pronunciaron Merelo, como se dice en italiano, y el funcionrio eliminó la l doble por fonética. Así que los Merello y los Merelo debemos de proceder de un origen común, pero nos separamos por cosas legales :)
La procedencia comun es del Condado de Merello en plena zona génovasa.
Rendidme pleitesía que soy de sangre azul :)

FELIZ DIA DE LOS INOCENTES

 Ya le habréis echado un vistazo a StardustCF , ¿no? Que las imágenes son la mar de bonicas ... ¡Feliz 2024!