Lleva unas horas corriendo por el fandom una especie de presunción de rigor intelectual que lleva a la gente a poner en sus muros respectivos comentarios del tipo "Yo sólo reseño cosas que me he leído antes" o "Yo de tanto que leo hay cosas que es que ni reseño"
Ante tales tomas de postura este blog se ve obligado también atomar postura (y ya puestos, escoge la del misionero, que no entiendo por qué parece que quedas como un carca si eliges esa): Por tanto, ¿qué respuesta se da desde este blog? Pues muy simple:
"Ja, ja y mil veces ja"
Yo, para ser objetivo y no dejarme influir por la obra en sí, solo hago reseñas de libros que no he leído. Y de películas que no he visto. Y de exposiciones a las que no he ido. Y de corridas (de toros) en las que no he estado. (También podría decir que he pasado la noche en un teatro viendo un espectáculo de danza contemporánea pero eso sí que no habría quien se lo creyera)
Alguno dirá, como por ejemplo Ildefonso Melero, que así cualquiera, que lo importante es arremangarse y meterse entre pecho y espalda el producto literario en cuestión. Pues no, a ver si se cree Ildefonso que hay ganas de leerse según qué cosas. Ya es bastante jodido hablar de ellas como para encima tener que leérselas. No, no es falta de profesionalidad. Ni vagancia, voto a bríos. Es el detalle de calidad que nos destaca a los verdaderos "connaiseurs" (palabra que no sé exactamente qué quiere decir, pero que cuando la pones quedas como los grandes, aunque igual quiere decir "conejeros") O a los españoles.
¿A santo de qué viene ponerse así de estupendos cuando en este país de toda la vida hemos opinado en bares, tabernas y corralas a tumba abierta (o a calzón quitado) sin tener más que una somera idea del tema en cuestión? ¿Es que somos noruegos, acaso? ¿O renanos? El otro día en una tertulia de la tele (no de la mía en particular, entiendo que se habrá podido ver en otros televisores distintos del mío) hablaban de la presencia de Rajoy en una sesión de la Unión Africana y se veía a la legua que como alguien empezara a preguntar religión mayoritaria, francofonía o no, o variación del PIB en los últimos años de los países participantes en las sesión suspendía hasta el apuntador. Parece que nosotros los frikis estamos como para ponernos a dar lecciones de exhaustividad y metodicidad mientras que en los programas de fútbol nadie es capaz de explicar qué es un isquiotibial o una lesión de sóleo y sin embargo ahí están, llenando horas de programación.
Yo no sé qué fandom les estamos dejando a mis sobrinas, de verdad.
Recapitufando todo lo anterior, es poco arriesgado disponiendo de todos los datos brutos llegar a una conclusión. ¡Hala, a lo seguro! Y es justo de esa metodología de lo que presumen algunos. Hablamos de "inteligencia", sin embargo, cuando, al igual que los espías, a partir de unos pocos datos inconexos (si el escritor es de nuestra cuerda, si es de derechas o de izquierdas, si lo leen chavales o no, si monta broncas o no en los foros, si se enrolla viniendo a la hispacones ...) somos capaces de pergeñar (qué palabra más bonita) una reseña concluyente de la que dependerá si podemos decir o no que leemos esa novela (o vemos esa película o presenciamos ese ballet). En resumen, desde este su blog amigo propugnamos el modelo castizo de reseña, que consiste en ponerse un mondadientes en la boca, apoyarse en la barra de un bar y hablar así a calzón quitado de la novela que sea, se haya leído o no (mucho más mérito tiene lo segundo). Lo demás es alimentar la vanidad del autor, que se piensa que su libro se lo tienen que leer no sólo sus familiares y amigos, sino también los reseñadores.
Ante tales tomas de postura este blog se ve obligado también atomar postura (y ya puestos, escoge la del misionero, que no entiendo por qué parece que quedas como un carca si eliges esa): Por tanto, ¿qué respuesta se da desde este blog? Pues muy simple:
"Ja, ja y mil veces ja"
Yo, para ser objetivo y no dejarme influir por la obra en sí, solo hago reseñas de libros que no he leído. Y de películas que no he visto. Y de exposiciones a las que no he ido. Y de corridas (de toros) en las que no he estado. (También podría decir que he pasado la noche en un teatro viendo un espectáculo de danza contemporánea pero eso sí que no habría quien se lo creyera)
Alguno dirá, como por ejemplo Ildefonso Melero, que así cualquiera, que lo importante es arremangarse y meterse entre pecho y espalda el producto literario en cuestión. Pues no, a ver si se cree Ildefonso que hay ganas de leerse según qué cosas. Ya es bastante jodido hablar de ellas como para encima tener que leérselas. No, no es falta de profesionalidad. Ni vagancia, voto a bríos. Es el detalle de calidad que nos destaca a los verdaderos "connaiseurs" (palabra que no sé exactamente qué quiere decir, pero que cuando la pones quedas como los grandes, aunque igual quiere decir "conejeros") O a los españoles.
¿A santo de qué viene ponerse así de estupendos cuando en este país de toda la vida hemos opinado en bares, tabernas y corralas a tumba abierta (o a calzón quitado) sin tener más que una somera idea del tema en cuestión? ¿Es que somos noruegos, acaso? ¿O renanos? El otro día en una tertulia de la tele (no de la mía en particular, entiendo que se habrá podido ver en otros televisores distintos del mío) hablaban de la presencia de Rajoy en una sesión de la Unión Africana y se veía a la legua que como alguien empezara a preguntar religión mayoritaria, francofonía o no, o variación del PIB en los últimos años de los países participantes en las sesión suspendía hasta el apuntador. Parece que nosotros los frikis estamos como para ponernos a dar lecciones de exhaustividad y metodicidad mientras que en los programas de fútbol nadie es capaz de explicar qué es un isquiotibial o una lesión de sóleo y sin embargo ahí están, llenando horas de programación.
Yo no sé qué fandom les estamos dejando a mis sobrinas, de verdad.
Recapitufando todo lo anterior, es poco arriesgado disponiendo de todos los datos brutos llegar a una conclusión. ¡Hala, a lo seguro! Y es justo de esa metodología de lo que presumen algunos. Hablamos de "inteligencia", sin embargo, cuando, al igual que los espías, a partir de unos pocos datos inconexos (si el escritor es de nuestra cuerda, si es de derechas o de izquierdas, si lo leen chavales o no, si monta broncas o no en los foros, si se enrolla viniendo a la hispacones ...) somos capaces de pergeñar (qué palabra más bonita) una reseña concluyente de la que dependerá si podemos decir o no que leemos esa novela (o vemos esa película o presenciamos ese ballet). En resumen, desde este su blog amigo propugnamos el modelo castizo de reseña, que consiste en ponerse un mondadientes en la boca, apoyarse en la barra de un bar y hablar así a calzón quitado de la novela que sea, se haya leído o no (mucho más mérito tiene lo segundo). Lo demás es alimentar la vanidad del autor, que se piensa que su libro se lo tienen que leer no sólo sus familiares y amigos, sino también los reseñadores.
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