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miércoles, 28 de agosto de 2013

ESCENAS TRASQUILONIAS

(Agradecido a José M Cárdenas y Rita Vicencio sin cuyo concurso este entremés no existiría)
Lugar: Una rotonda a las afueras de la ciudad-estado/emirato independiente/satrapía herediaria de Trasquilonia. El sol se pone. (Se pone entre las montañas y ahí se va a quedar hasta mañana, para ser más precisos). Sofocado por el calor, un retratista en cuclillas vuelca su arte sobre un lienzo en el que poco a poco van tomando forma las siluetas de dos miembros, uno femenino y otro masculino, del equipo de seguridad de la hija del sátrapa. (La hija del sátrapa es gordita y feúcha y su padre está loco por que pille un marido para quitársela de en medio, pero que si quieres arroz, Cunegunda, porque la niña no pone nada de su parte)

Ella: Oye, no sé si esto que te voy a preguntar será demasiado personal ...
El: Tú pregunta, pregunta.
Ella: Cuando posas para los retratos que le envías a tu sobrino de tu tierra natal, ¿siempre sales con el ceño fruncido como ahora? Tal y como estás, podrías sostener una lanza entre ceja y ceja.
El (visiblemente incómodo): Bueno, alguna vez he salido con la mano en la barbilla para expresar profundidad pero cuando el retrato es para mi sobrino siempre salgo así, sí.
Ella: Ah ...
El retratista: Perdonen, si no se están quietos y me mantienen la pose vamos a estar  hasta mañana. ¿Ella puede apretarse un poco más contra el muslo de él? Venga, así, estupendo ...

(Pasa un rato, y el retratista deja de mirarles para echar en su paleta un poco más de "rojo laceración", que le va quedando poco, y ella aprovecha para meter baza)
Ella: ¿Y a tu sobrino le gusta que le envíes retratos tuyos marcando pectorales de esa forma y con el ceño fruncido? ¿No les parece mal a sus padres?
El: ¿Y por qué les iba a parecer mal? Así se va formando una idea de lo que es la vida y no como los hijos de esos decadentes nobles, entregados a ocupaciones blandas y débiles.
Ella: Es que yo iba justamente por ahí ... No sería la primera vez que un noble de esos decadentes que tú dices le envía retratos suyos a un jovencito maquillado y semidesnudo. Si yo fuera la madre de uno de esos chicos le cortaba lo que te ya te estás pensando y lo desollaba con cantos rodados.
El: Tú te has criado en esta ciudad y no puedes entender la franca y viril fraternidad que hay entre nosotros los arios norteños. Nosotros no hacemos de eso. Bueno, un primo segundo lo hizo pero lo despeñamos antes de que la cosa llegara a mayores.
El retratista: Caballero, no me cambie la expresión que así no hay quien trabaje.
El: Es que me ha venido tos, disculpe usted ...

(Paulatinamente, el firmamento se va llenando de tonos purpúreos)

Ella (susurrando): ¿Le queda mucho a este hombre?
El: Aguanta un poco más, mujer.
Ella: Es que tengo una legaña en un ojo y como me la quite con el dedo me vuelve a gritar. ¿Este no será de esos que se pintan ellos mismos en los cuadros?
El: No, te puedo asegurar que es un profesional y no es de esos que se les olvidan las caras y ponen la suya para disimular.
Ella: Lo que tú digas, pero seguro que aprovecha para poner su cara a uno de los muertos que has amontonado aquí abajo, esta gente es así de vanidosa.
El: No se atrevería, porque sabe que me daría cuenta.
Ella: Oye, bonito, tú darte cuenta poquito, porque a estos muertos los he despachado yo solita, que tú estabas muy ocupado yendo a por ese hacha que blandes tan orgulloso y no les has visto ni de lejos. Menos mal que una está a lo que hay que estar, no como otros.
El: ¿Pero te quieres callar?
Ella: Cómo me molestas cuando me aciertas, cómo me molestas cuando me aciertas ...
El retratista: Señorita, por favor ...
Ella: Es que aquí una se aburre de estarle agarrando la pierna a éste, que vaya una posturita.
El: Mujeres ...
Ella: Sí, sí. Mucho "mujeres", mucho "mujeres", pero a ver a qué tonta más que a mí ibas a enredar para esta tontería tuya del retrato para el sobrino. Perdone, señor pintor, me estoy meando, me voy a ese matorral de ahí y enseguida vuelvo.
(Ella hace mutis y los otros dos la siguen con la mirada. Se dispone tras el matorral y, si de esta escena se hiciera una representación sonora se podría incluir para evocar la micción el clásico efecto especial de dejar caer agua de una jarra sobre un vaso. Pero sólo si no se tiene miedo a caer en la vulgaridad) 

Ella: Ya. Qué a gusto se queda una. Que sí, que ya me pongo pegada al muslo de este hombre. Oye, ¿llevas todo este rato desde que me he ido igual, así con el hacha en ristre? Cómo se nota que estás fresco, no como yo, que tuve que acabar con esta docena y tengo una contractura en el hombro de tanto manejar este hacha que tiene un único filo pero que siempre, siempre tengo a mano. No, no me pongas esa cara que te hemos calado todos. Es acabar la batalla y todos derrengados se echan en el primer jergón que pillan a vendarse las heridas y a remendarse el uniforme, no como el señor, que como está fresco como una rosa y no huele a sudor, arrasa entre las supervivientes.
El: Yo por lo menos no he matado a doce hombres por querer salirse de la rotonda sin tener la preferencia. Tampoco cuesta tanto resolver las diferencias como personas civiliz ... como personas razonables.
Ella: ¡A mí nadie me dice "Mujer tenías que ser"!
El retratista: ¡Señorita, basta ya, que yo así no puedo trabajar! Un respeto para el artista, hombre.
Ella: Que sí, que ya me estoy quieta ...

(La bóveda celeste está teñida entera de una sinfonía de tonos purpúreos y ambarinos mientras el sol se dirige de manera inexorable y porque no tiene mejor cosa que hacer hacia el ocaso)

Ella: ¡Oye, el marrano este me está pintando más grandes las tetas! ¿Y esto se lo envías a tu sobrino? Muy bonito, sí señor. Luego irá presumiendo en la aldea "Mira qué tetas más grandes tienen en la ciudad a donde ha emigrado mi tito" ¿Esta es la educación que les dais?
El (sin saber dónde meterse): ¿Pero tú no sabes que todos los pintores pintan así?
Ella: Que sí, que yo cuando tenía trece años también me ponía relleno, pero lo de este hombre es exagerado.
El retratista: ¿Pero se quiere usted callar? Que si esto, que si lo otro, que si el hacha, que si me meo, que si me pintan las tetas grandes... Señorita, pues ya va siendo hora de que sepa usted ... ¡que tiene las tetas grandes! ¡Y punto! Póngase ahí y déjeme trabajar que yo sí que voy a coger el hacha.
Ella: Ni abrir la boca puede una. Ya me callo, ya ...

(Lánguidas y temblorosas, las sombras de los matorrales crecen y se extienden sobre la rotonda. En cambio, para llevar la contraria, el resto de la vegetación proyecta unas sombras rectilíneas y perfectamente definidas como con escuadra y cartabón) 

El retratista: Bueno, ¿ven como cada vez queda menos? Si me permiten un momento, creo que voy a buscar ese matorral. Descansen, si quieren.
(El retratista hace mutis y se encamina al matorral más cercano)
Ella: Madre mía, qué picor por todos lados. Uff, qué alivio.
El:  Oye, si no te llegas a la espalda no te rasques con el mango del hacha que el día que te equivoques de lado te desgracias.
Ella: Deja, hombre, que no sabes la de usos que se le puede dar a esto. Nunca me separo de ella.
El: Déjame a mí que te rasque yo. ¿Mejor así?
Ella: Bueno, sí, qué gusto. Para, que ya has rascado bastante y por ahí no me pica.
El: ¿Y no sientes un picor en...?
Ella: No, que sé por dónde vas. Ya te he dicho que estoy en una etapa que prefiero explorar la sexualidad entre mujeres.
El: Pues a mí no me importaría ...
Ella: Cuando digo entre mujeres es entre dos mujeres (bueno, quien dice dos, dice más) y nada más que dos mujeres. Sin ningún tío uniéndose a la fiesta. ¿Tan raro es de entender?
El: En mi pueblo las mujeres norte ...

(Tras su vuelta del matorral, mientras va concluyendo la obra, el pintor piensa todo el tiempo que resultaría mucho más interesante olvidar esa pose tan hierática con el hacha en ristre y retratarlos tal y como se los encontró, con ella sosteniendo el hacha por el extremo del filo hasta hacer que el mango se perdiera por entre el taparrabos del norteño cuyos gritos estaban ahuyentando toda la vida animal cercana a la rotonda)

(Y, de una puñetera vez, el sol se pone del todo. FIN)




jueves, 10 de enero de 2008

ATRAPADOS EN EL ASCENSOR (post atrasado, que quedó sin concluir el año pasado ... shame on me)

ATRAPADOS EN EL ASCENSOR (post atrasado, que quedó sin concluir el año pasado ... shame on me)Qué mejor banda sonora para oir este post que el clásico “Atrapados en el ascensor”. Si además el vídeo de YouTube nos permite ver en directo a José Luis Moro y a su compinche de gamberradas musicales Mario Gil, miel sobre hojuelas.

La cara de Mario Gil, el que tiene menos pelo de los dos, debería sonarle a muchos de su paso por “El Informal”, pero seguro que pocos le reconocen de su paso por “La Mode” a los teclados y los “sintes”
junto a Antonio Zancajo, guitarrista, y Fernando Márquez, vocalista y letrista. (No se me ocurren dos compañeros de proyecto más dispares que José Luis Moro y Fernando Márquez) Si este país llegara al nivel de otros más desarrollados, los tres estarían viviendo de las rentas y sacando algún disco de cuando en cuando y las emisoras lo emitirían en vez de darle bola a “La oreja de van Vogt” y los espantos de Miguel Bosé o Ana Torroja.  

En fin ... “son los tiempos modernos que nos toca vivir” (Un musical basado en las cancioncitas de Mecano ... hay que joderse)

Nos han llegado noticias sobre la penosa condición en que se encuentra el aficionado zamorano Marcelino Becerra, fundador del “Círculo Conanianoniano de Sant Felíu de Llobregat” y editor del fanzine “Mandobles de Sangre”, tras los percances que sufrió la primera noche de apagón en la Ciudad Condal.

El aficionado había estado hasta tarde en uno de los aularios de la universidad en la que estudia Filología Semítica (una carrera muy útil si se pretende profundizar en las historias semitas, asirias y macabeas en las que están arraigadas las historias del cimmerio) y coincidió en el ascensor con una compañera que acababa de asistir a una tutoría, Ascensión Garcinuño, capitana del grupo de animadoras del equipo de ajedrez de la facultad. Quién no se ha deleitado alguna vez viendo vídeos en youtube.com de estas pícaras chicas ejecutando complejas coreografías sobre los tableros de taracea marcados con cuadritos blancos y negros: Esos pompones de marfil y ébano, esas escuetas minifaldas también de cuadritos, esos suéters con jaques pastores y aperturas de Capoblanca en los que resaltan las siluetas de los peones de reina, esos cánticos: “Dame una J, dame una A, dame una Q, dame una U, dame una E ... ¡JAAAAQUE!” ... Qué diferencia con las animadoras de los equipos de brisca y tute, que suelen llevar trajes de sotas de bastos o de copas, que francamente realzan poco su figura.

Marcelino, que ya había cogido la manija de la puerta del ascensor, vio cómo venía ella desde el fondo del pasillo. Educado, en vez de entrar directamente para bajarse solo, reprimió su impaciencia contemplando las formas de la animadora (no nos queda constancia fehaciente de que realmente la mirara así, pero ella va presumiendo por ahí de que sí) y de ese medio minuto de espera vinieron todos sus males, pues entre la primera y la segunda planta sobrevino el apagón que hizo que se produjera una frenada brusca y los dos pasajeros sufrieran una fuerte sacudida que los estampó contra el suelo.

No hubo ninguna de luz de emergencia que se encendiera, así que sentirse encerrada a oscuras llevó al pánico a Ascensión, que empezó a chillar y a golpear los botones de una forma descontrolada. Si una situación así preocuparía al más pintado nos podemos imaginar cómo estaría Marcelino que nunca ha sido de los más pintados. El visionado de películas en las que una mujer pierde los nervios de esa manera le llevó a cogerla por los hombros y a sacudirle tal bofetada en la mejilla que tembló el misterio. La chica le respondió con un golpe de karate en el cuello con el canto de la mano que le tiene desde entonces mirando al frente sin posibilidad de girarse a los lados.
Ya un poco más dueños de la situación, empezaron a pedir ayuda a voces y a pulsar el botón de alarma sin que se oyera nada ni nadie diera señales de vida: ni el conserje, ni el vigilante ... se sentían como tragados por una ballena y esperando ser digeridos en su vientre.
Por supuesto, la situación no era la misma: no estaban rodeados de pescado, no rezumaban jugos gástricos de las paredes, no se estaban formando gases intestinales a partir de los procesos digestivos y tampoco se encontraron a Pinocho o a Gepetto, pero seguro que en las tripas de Moby Dick había tan poca cobertura como la que tenían sus móviles aquella noche, con todas las estaciones base de operadoras de las cercanías sin electricidad que las hiciese funcionar.
Al contrario de lo que hubiese hecho la mayoría de los héroes de sus novelas favoritas (invocar a Crom y, con la ayuda de una espada, forzar una abertura en la puerta del ascensor ante la mirada llena de agradecimiento de la damisela, agradecimiento que llegada la noche le demostraría con los senos al aire y las piernas abiertas en torno a las suyas) Marcelino se hundió en la desesperación gimiendo en un rincón “Qué vamos a hacer, qué vamos a hacer, no aguanto más, aquí no viene nadie”
Ella, que tenía más sentido práctico que él, en primer lugar por mujer y en segundo por no participar del sentido friqui de la vida de Marcelino (reconozcámoslo, administrar foros en los que la gente por un lado se queja de que no se hacen películas basadas en sus personajes favoritos y por otro enumerar los defectos de las que sí están basadas, no resulta de gran ayuda para afrontar el día a día) se sentó en un rincón y decidió aprovechar el tiempo pasando revista al estado de aprovisionamiento del piso para hacerse una idea de qué haría falta reponer la próxima vez que se pasara por el supermercado: detergente, limpiamaderas, suavizante, fregasuelos, lejía, champú, jabón, tiritas y agua oxigenada.
Siguió tomando nota de la ropa que tenía pendiente planchar sobre la tabla, de que tenía que devolver un libro de la biblioteca y repasó mentalmente cuánto había pasado desde la última vez que se hizo la cera, y cuánto desde la última vez que le habían hecho en el salón de belleza la depilación brasileña de la ingle. Y, ya que pasaba por su mente esa zona en particular, como un latido le recordó que quizá había pasado demasiado tiempo también desde la última vez que alguien había estado realizando trabajos por allí.

La idea de que fuera Marcelino tampoco le pareció muy desagradable: teniendo donde escoger nunca le hubiese teniendo en cuenta para pasar una noche pero ya que la cosa iba para largo, antes pasar el rato lo mejor posible que quejándose del frío.Además, no tenía pinta de irlo contando por ahí luego. Se lo volvió a pensar cuando le vio acurrucado en una especie de posición fetal que había adoptado pensando que iba a desperdiciar menos oxígeno, así que, viendo que no se había sobrepuesto a la situación, decidió ser ella quien que llevara la batuta.

- ¿Cómo estás?, le preguntó, acercándose hacia él – Venga, seguro que enseguida vienen a por nosotros antes o después.
- Espero que si vienen, sea antes de que se acabe el aire en el ascensor. No quiero ni pensar qué pasaría si alguno tuviera gases.

Ante la falta de respuesta por parte de Ascensión, Marcelino cayó en la cuenta de que quizás ese comentario sobre la posibilidad de que él (¡o ella!) tuviera gases burbujeando en su interior y pudiera ser incapaz de contenerlos no había sido bien acogido. Las mujeres del siglo XXI ya no eran las delicadas damiselas del resto de los siglos que tantos quebraderos de cabeza le habían dado de los héroes de las novelas que leía, pero eso tampoco quería decir que no encontraran desagradable cualquier referencia a alguna flatulencia propia o ajena. Había sido un descuido imperdonable por su parte, así que debería superarse a sí mismo si quería tener una oportunidad de quedar bien: demostrar interés, hablar gentilmente, ser un caballero ... cual si fuera John Carter, guerrero de Marte.

Y, poco a poco, supo aproximarse a Ascensión y hacerle sentirse cómoda en su presencia las manos sobre sus hombros y se sintió satisfecho de cómo había sabido reconducir la situación. Ella, por su parte, se sintió satisfecha de cómo le tenía comiendo de su mano y dijo “Ay, abrázame, que no sé cuándo nos van a sacar de aquí”. Por la cabeza de Marcelino lo único que pasó fue “Aprovecha, que así se las ponían a Fernando VII” (las bolas, pero de billar, era lo que le ponían de aquella manera a Fernando VII, del que todos sabemos que usaba paletó)

Marcelino, que tenía la cabeza entre pecho y pecho, quiso decir esta boca es mía, pero como la tenía ocupada, ella pudo evitar que dijera nada: hay gente a la que le molesta que le interrumpan cuando está en la cama (qué más da que en ese momento en particular estuviera en el ascensor) quizá porque en su subconsciente temen que tal situación no se vuelva a poder repetir, así que hasta que el acto no llegó a su conclusión con total satisfacción por parte de ambos permanecieron en un discreto y tenso silencio.

- Llama a ese tío que si no nos quedamos aquí toda la noche,
Marcelino gritó lo más fuerte que pudo hasta que atrajo la atención del vigilante, que corrió a avisar al encargado de mantenimiento que mediante el panel de control accionó las puertas de apertura. La cabina del ascensor se había quedado metro y medio por encima del suelo, así que vigilante y encargado se prepararon para recoger a Ascensión. Desde arriba él la tenía cogida por los tobillos y la iba soltando poco a poco.

Cuando le tocó a él tuvo que recordar que él también iba a bajar, aunque los otros dos parecían más interesados en atender a su compañera de infortunio que no en ayudarle a él y ésa fue la causa del desastre: mientras asomaba la cabeza pensando en cómo bajar oyó el ronroneo de los motores del ascensor que otro de los encargados de mantenimiento acababa de conectar a los generadores de gasóleo ubicados en los sótanos de la facultad para casos de emergencia.

De repente la cabina subió aceleradamente con medio cuerpo suyo aún asomando, con lo que costillas y omóplatos fueron a dar contra el marco del ascensor. Todavía no le había dado tiempo a retirarse hacia dentro, con lo que las dos puertas se cerraron sobre su cabeza.

Hubo que llevarle deprisa y corriendo a Urgencias, donde se le intervino de urgencia. De tanta escayola que gastaron con él tuvieron que fijarle un brazo con barro de alfarero (sí, como el que salía en la película “Ghost”, con Demi Moore en el torno) y allí sigue convaleciente. Por suerte, Ascensión monta guardia junto a su cama en el hospital y cuida de que no le falte nada, incluso le lee en voz alta poesías de Lovecraft y de R E Howard.

viernes, 14 de diciembre de 2007

“EL OJO DE ARGÓN”


Por sorprendente que pueda parecer, este relato claramente ubicable en el género de la fantasía heroica, obra del norteamericano Jim Theis, no ha alcanzado en en España la menor difusión y ni siquiera ha llegado a ser traducido al castellano ... hasta ahora. Publicada en 1970 en el número 10 de un oscuro fanzine llamado OSFAN, con el paso de los años esta historia se ha ido convirtiendo en un verdadero mito en el fandom estadounidense, circulando en fotocopias a las que les faltaba la página final por las convenciones. Afortunadamente se ha podido llevar a cabo una edición completa y en toda regla en abril de este año por parte de Wildside Press.

Llegado a este punto, el pope de la crítica de CF que esté leyendo este post se empezará a preocupar viendo que un servidor sabe de algo más que él y abre en el navegador Opera de su iBook una pestaña para googlear quién puede ser ese tal Jim Theis.

Para ahorrarle esfuerzos al imaginario crítico anterior he de desvelar que el relato no es encuadrable ni en la “new wave”, ni en la “new weird” y ni siquiera es de un escritor “mainstream” que haya decidido salpimentar sus indagaciones sobre la naturaleza humana con un viaje en el tiempo o algún clon que otro (“pues vaya mierda, a ver cómo hago yo un artículo para la revista 'Élite' hablando de un donnadie así”, se pensará): Además, aparentemente Jim Theis, fallecido hace algunos años, no volvió a publicar más nada desde entonces, por lo que no hay mucho que contar sobre él.

Visto lo visto, os estaréis preguntando: ¿qué tiene de particular ese “El Ojo de Argón”, además de, seguramente por error, hacer referencia a un gas noble que se encuentra en algunos tubos fluorescentes?

Es muy sencillo: Es malo.

Horrible. En serio. La opinión es unánime.

Hasta el extremo de ser considerado el peor relato de fantasía de la historia. Uno de los desafíos de las convenciones anglosajonas es leerlo en voz alta respetando los fallos de puntuación y de sintaxis con cara de palo aguantándose la risa. Aparentemente, hay algunos que lo han llegado a leer con voz de pito después de inhalar helio. Yo, para darle un toque andaluz, propongo leerlo con la boca llena de tortas “Maritoñi” y polvorones de Estepa, alternativamente. (He leído en un blog que en una reunión de la asociación Mensa española necesitaron tres horas para poder leerse los diecinueve folios de que consta la obra)

Al pobre autor, por otra parte, le molestaba mucho que se rieran de una cosa que escribió a los 16 años, bajo la influencia evidente de los relatos de Conan, aunque hay quien cuenta que llegó a participar en alguna lectura en convenciones. Tampoco creo que el que seleccionaba los textos en el fanzine mostrara un buen ojo (no he podido resistirme, lo siento) clínico.

Aquí hay una versión en inglés del texto:

http://www.dcs.gla.ac.uk/SF-Archives/Misc/eyeargon.html

(Ojo, la exuberancia de vocablos típica de Howard y Lovecraft, requiere un cierto dominio del inglés)

Aquí hay otra versión también en inglés, acompañada de comentarios que enriquecen (aún más) el texto original:

http://ineluki.dyndns.org/~mjc42/tut/library/argon.html

Y, por fin, aquí tenemos la traducción que ha hecho José Beltrán Escavy, que nos permitirá disfrutar en nuestra lengua materna frases como “Grignr se sacudió la sangre de los ojos, agitando su melena roja y hosca cual incendio forestal mecido por la brisa nocturna” o “Los aullidos patéticos del chamán que se arrastraba en su triste miseria sobre el pavimento de granito hecho a mano y pulido tras innumerables horas de arduo sudor y trabajo, con icor que fluía de entre sus manos apretadas, atrajo la atención purturbada de sus camaradas de entre sus fétidas lulaciones. Las acciones de esta furcia rebelde expresaban definitivamente un sacriligio inaudito. Nunca antes en un laberinto perdido de eones sin nombre se había atrevido una elegida a demostrar semejante blasfemia en la cara de la deidad idólica del culto.”:

http://es.wikisource.org/wiki/El_ojo_de_Argon

Muchísimas gracias a José Beltrán por el trabajo que le habrá supuesto enfrentarse a pecho descubierto con una obra de tanta complejidad lingüística. Y también, ya de paso, a todos los fanzineros que reciben continuamente relatos de una calidad similar a la de éste con la intención de que sean publicados y tienen que hacer auténticos juegos malabares con el lenguaje para no herir los sentimientos de los remitentes al explicarles los motivos del rechazo. Y también agradezco la paciencia que habrán tenido leyendo los relatos no muy allá que yo mismo les habré enviado alguna que otra vez

Visto lo visto, ¿estamos de acuerdo con la opinión anglosajona de que éste es el peor relato del género jamás publicado?

Yo digo no. Sí, otra vez, no.

Como europeo convencido de que la ciencia – ficción continental ha de defender sus signos de identidad ante las producciones británica y norteamericana digo en voz alta que en España somos perfectamente capaces de generar textos tan pedestres como este “El ojo de Argón”. Yo les digo a los más viejos del lugar “Rebuscad entre vuestra colección de bolsilibros y seguro que os encontráis alguna novela que algún escritor tuvo que acabar a la carrera en el descanso para el desayuno en la oficina con errores tan garrafales como los que os he mostrado”. Yo les digo a los más jóvenes: “Meteos en Internet y daréis con algún relato en un blog o en una página tan rematadamente malo cómo éste”

No sólo eso: Levanto mi vista más allá de los Pirineos y me digo “Un país en el que han vendido tantos libros las traducciones de van Vogt como es Francia, ¿no será capaz de oponer un texto con identidad propia a esta muestra del mal hacer que ha venido de América? ... un país como Bélgica del que ha salido una película tan espantosa como 'La apasionante vida sexual de los belgas', ¿no será capaz de generar una narrativa tan torpe y deslavazada, ya sea en francés o en flamenco?”

Y, viendo el caso de un país hermano como es Italia, me reafirmo en mi convicción de que eso que algunos llaman despectivamente “la vieja Europa” es capaz de ofrecer al mundo joyas de tanto valor o más que las que nos trae la maquinaria anglosajona: Van ya para cuatro ediciones del premio Sviccata que el club de fans del escritor Vittorio Curtoni otorga al peor relato de ciencia – ficción de entre los que los concursantes, ansiosos de labrarse una mala reputación en el campo, han tenido a bien enviar. Habrá quien diga que cualquiera puede escribir un mal relato: Falso. Aún se recuerda el caso del ganador del premio Urania a la mejor novela del año que se quejaba amargamente de que sólo había quedado segundo en la Sviccata.

Será que este gusto por lo bizarro es adictivo: A Curtoni le llegó una novela escrita por dos sicilianos tan increíblemente mala (una expedición espacial que buscaba señales de la divinidad en la que iban dos curas, se conoce que en calidad de expertos en la materia) que decidió compartirla con los amigos de una lista de correo y se la fue enviando por capítulos. La obra fue tan bien acogida que, cuando terminó la serie, los listeros quedaron enganchados y, para seguir disfrutando del placer de lo grotesco, decidieron convocar el concurso. Yo estoy a la espera de tener acceso a los relatos ganadores para ver si es cierta la pretendida superioridad de “El Ojo de Argón” o si los americanos habrán de ceder el cetro de “Lo Peor de lo Peor” a los campeones italianos.

domingo, 9 de septiembre de 2007

ATRAPADOS EN EL ASCENSOR


Qué mejor banda sonora para oir este post que el clásico “Atrapados en el ascensor”. Si además el vídeo de YouTube nos permite ver en directo a José Luis Moro y a su compinche de gamberradas musicales Mario Gil, miel sobre hojuelas.

La cara de Mario Gil, el que tiene menos pelo de los dos, debería sonarle a muchos de su paso por “El Informal”, pero seguro que pocos le reconocen de su paso por “La Mode” a los teclados y los “sintes”
junto a Antonio Zancajo, guitarrista, y Fernando Márquez, vocalista y letrista. (No se me ocurren dos compañeros de proyecto más dispares que José Luis Moro y Fernando Márquez) Si este país llegara al nivel de otros más desarrollados, los tres estarían viviendo de las rentas y sacando algún disco de cuando en cuando y las emisoras lo emitirían en vez de darle bola a “La oreja de van Vogt” y los espantos de Miguel Bosé o Ana Torroja. En fin ... “son los tiempos modernos que nos toca vivir” (Un musical basado en las cancioncitas de Mecano ... hay que joderse)




Nos han llegado noticias sobre la penosa condición en que se encuentra el aficionado zamorano Marcelino Becerra, fundador del “Círculo Conanianoniano de Sant Felíu de Llobregat” y editor del fanzine “Mandobles de Sangre”, tras los percances que sufrió la primera noche de apagón en la Ciudad Condal.

El aficionado había estado hasta tarde en uno de los aularios de la universidad en la que estudia Filología Semítica (una carrera muy útil si se pretende profundizar en las historias semitas, asirias y macabeas en las que están arraigadas las historias del cimmerio) y coincidió en el ascensor con una compañera que acababa de asistir a una tutoría, Ascensión Garcinuño, capitana del grupo de animadoras del equipo de ajedrez de la facultad. Quién no se ha deleitado alguna vez viendo vídeos en youtube.com de estas pícaras chicas ejecutando complejas coreografías sobre los tableros de taracea marcados con cuadritos blancos y negros: Esos pompones de marfil y ébano, esas escuetas minifaldas también de cuadritos, esos suéters con jaques pastores y aperturas de Capoblanca en los que resaltan las siluetas de los peones de reina, esos cánticos: “Dame una J, dame una A, dame una Q, dame una U, dame una E ... ¡JAAAAQUE!” ... Qué diferencia con las animadoras de los equipos de brisca y tute, que suelen llevar trajes de sotas de bastos o de copas, que francamente realzan poco su figura.

Marcelino, que ya había cogido la manija de la puerta del ascensor, vio cómo venía ella desde el fondo del pasillo. Educado, en vez de entrar directamente para bajarse solo, reprimió su impaciencia contemplando las formas de la animadora (no nos queda constancia fehaciente de que realmente la mirara así, pero ella va presumiendo por ahí de que sí) y de ese medio minuto de espera vinieron todos sus males, pues entre la primera y la segunda planta sobrevino el apagón que hizo que se produjera una frenada brusca y los dos pasajeros sufrieran una fuerte sacudida que los estampó contra el suelo.

No hubo ninguna de luz de emergencia que se encendiera, así que sentirse encerrada a oscuras llevó al pánico a Ascensión, que empezó a chillar y a golpear los botones de una forma descontrolada. Si una situación así preocuparía al más pintado nos podemos imaginar cómo estaría Marcelino que nunca ha sido de los más pintados. El visionado de películas en las que una mujer pierde los nervios de esa manera le llevó a cogerla por los hombros y a sacudirle tal bofetada en la mejilla que tembló el misterio. La chica le respondió con un golpe de karate en el cuello con el canto de la mano que le tiene desde entonces mirando al frente sin posibilidad de girarse a los lados.
Ya un poco más dueños de la situación, empezaron a pedir ayuda a voces y a pulsar el botón de alarma sin que se oyera nada ni nadie diera señales de vida: ni el conserje, ni el vigilante ... se sentían como tragados por una ballena y esperando ser digeridos en su vientre.
Por supuesto, la situación no era la misma: no estaban rodeados de pescado, no rezumaban jugos gástricos de las paredes, no se estaban formando gases intestinales a partir de los procesos digestivos y tampoco se encontraron a Pinocho o a Gepetto, pero seguro que en las tripas de Moby Dick había tan poca cobertura como la que tenían sus móviles aquella noche, con todas las estaciones base de operadoras de las cercanías sin electricidad que las hiciese funcionar.
Al contrario de lo que hubiese hecho la mayoría de los héroes de sus novelas favoritas (invocar a Crom y, con la ayuda de una espada, forzar una abertura en la puerta del ascensor ante la mirada llena de agradecimiento de la damisela, agradecimiento que llegada la noche le demostraría con los senos al aire y las piernas abiertas en torno a las suyas) Marcelino se hundió en la desesperación gimiendo en un rincón “Qué vamos a hacer, qué vamos a hacer, no aguanto más, aquí no viene nadie”
Ella, que tenía más sentido práctico que él, en primer lugar por mujer y en segundo por no participar del sentido friqui de la vida de Marcelino (reconozcámoslo, administrar foros en los que la gente por un lado se queja de que no se hacen películas basadas en sus personajes favoritos y por otro enumerar los defectos de las que sí están basadas, no resulta de gran ayuda para afrontar el día a día) se sentó en un rincón y decidió aprovechar el tiempo pasando revista al estado de aprovisionamiento del piso para hacerse una idea de qué haría falta reponer la próxima vez que se pasara por el supermercado: detergente, limpiamaderas, suavizante, fregasuelos, lejía, champú, jabón, tiritas y agua oxigenada.
Siguió tomando nota de la ropa que tenía pendiente planchar sobre la tabla, de que tenía que devolver un libro de la biblioteca y repasó mentalmente cuánto había pasado desde la última vez que se hizo la cera, y cuánto desde la última vez que le habían hecho en el salón de belleza la depilación brasileña de la ingle. Y, ya que pasaba por su mente esa zona en particular, como un latido le recordó que quizá había pasado demasiado tiempo también desde la última vez que alguien había estado realizando trabajos por allí.



La idea de que fuera Marcelino tampoco le pareció muy desagradable: teniendo donde escoger nunca le hubiese teniendo en cuenta para pasar una noche pero ya que la cosa iba para largo, antes pasar el rato lo mejor posible que quejándose del frío.Además, no tenía pinta de irlo contando por ahí luego. Se lo volvió a pensar cuando le vio acurrucado en una especie de posición fetal que había adoptado pensando que iba a desperdiciar menos oxígeno, así que, viendo que no se había sobrepuesto a la situación, decidió ser ella quien que llevara la batuta.


  • ¿Cómo estás?, le preguntó, acercándose hacia él – Venga, seguro que enseguida vienen a por nosotros antes o después.
  • Espero que si vienen, sea antes de que se acabe el aire en el ascensor. No quiero ni pensar qué pasaría si alguno tuviera gases.

Ante la falta de respuesta por parte de Ascensión, Marcelino cayó en la cuenta de que quizás ese comentario sobre la posibilidad de que él (¡o ella!) tuviera gases burbujeando en su interior y pudiera ser incapaz de contenerlos no había sido bien acogido. Las mujeres del siglo XXI ya no eran las delicadas damiselas del resto de los siglos que tantos quebraderos de cabeza le habían dado de los héroes de las novelas que leía, pero eso tampoco quería decir que no encontraran desagradable cualquier referencia a alguna flatulencia propia o ajena. Había sido un descuido imperdonable por su parte, así que debería superarse a sí mismo si quería tener una oportunidad de quedar bien: demostrar interés, hablar gentilmente, ser un caballero ... cual si fuera John Carter, guerrero de Marte.
Y, poco a poco, supo aproximarse a Ascensión y hacerle sentirse cómoda en su presencia las manos sobre sus hombros y se sintió satisfecho de cómo había sabido reconducir la situación. Ella, por su parte, se sintió satisfecha de cómo le tenía comiendo de su mano y dijo “Ay, abrázame, que no sé cuándo nos van a sacar de aquí”. Por la cabeza de Marcelino lo único que pasó fue “Aprovecha, que así se las ponían a Fernando VII” (las bolas, pero de billar, era lo que le ponían de aquella manera a Fernando VII, del que todos sabemos que usaba paletó)

Llegó un momento en que sus cuerpos no podían aproximarse más sin que las costillas de uno se entrelazaran con las del otro. Se besaron y empezaron a hacerse esas carantoñas tan agradables que no hace falta que describamos en detalle, baste decir que Marcelino disfrutaba enormemente, como hacía cinco meses que no disfrutaba. Ascensión también disfrutaba, nos dicen que como hacía tres semanas que no disfrutaba. Hubieran seguido disfrutando toda la noche (o hasta que se acabara el oxígeno, lo cual resulta bastante probable, ya que determinadas actividades obligan a sus practicantes a consumir más que el ganchillo, por ejemplo, y por eso se jadea) pero les sorprendieron las lejanas voces del vigilante de seguridad que preguntaba si había alguien.

Marcelino, que tenía la cabeza entre pecho y pecho, quiso decir esta boca es mía, pero como la tenía ocupada, ella pudo evitar que dijera nada: hay gente a la que le molesta que le interrumpan cuando está en la cama (qué más da que en ese momento en particular estuviera en el ascensor) quizá porque en su subconsciente temen que tal situación no se vuelva a poder repetir, así que hasta que el acto no llegó a su conclusión con total satisfacción por parte de ambos permanecieron en un discreto y tenso silencio.
 

- Llama a ese tío que si no nos quedamos aquí toda la noche,
Marcelino gritó lo más fuerte que pudo hasta que atrajo la atención del vigilante, que corrió a avisar al encargado de mantenimiento que mediante el panel de control accionó las puertas de apertura. La cabina del ascensor se había quedado metro y medio por encima del suelo, así que vigilante y encargado se prepararon para recoger a Ascensión Desde arriba él la tenía cogida por los tobillos y la iba soltando poco a poco

Cuando le tocó a él tuvo que recordar que él también iba a bajar, aunque los otros dos parecían más interesados en atender a su compañera de infortunio que no en ayudarle a él y ésa fue la causa del desastre: mientras asomaba la cabeza pensando en cómo bajar oyó el ronroneo de los motores del ascensor que otro de los encargados de mantenimiento acababa de conectar a los generadores de gasóleo ubicados en los sótanos de la facultad para casos de emergencia.
De repente la cabina subió aceleradamente con medio cuerpo suyo aún asomando, con lo que costillas y omóplatos fueron a dar contra el marco del ascensor. Todavía no le había dado tiempo a retirarse hacia dentro, con lo que las dos puertas se cerraron sobre su cabeza.

Hubo que llevarle deprisa y corriendo a Urgencias, donde se le intervino de urgencia. De tanta escayola que gastaron con él tuvieron que fijarle un brazo con barro de alfarero (sí, como el que salía en la película “Ghost”, con Demi Moore en el torno) y allí sigue convaleciente. Por suerte, Ascensión monta guardia junto a su cama en el hospital y cuida de que no le falte nada, incluso le lee en voz alta poesías de Lovecraft y de R E Howard.

viernes, 20 de enero de 2006

HOMENAJE A GEORGE ORWELL EN FREAKTV



El homenaje a George Orwell que empezó el canal de ciencia ficción británico FreakTV el día 25 de Junio, fecha de su nacimiento, bajo el título 'El verdadero Gran Hermano' prosigue con un éxito sin precedentes: tras el decimotercer día de nominaciones prosiguen encerrados en una mansión victoriana un aficionado al hard, una lovecraftiana, un conanista, un tolkienófilo, una trekkie y un ciberpunk, entregados a interminables partidas de rol y a animadas discusiones sobre si Heinlein era un fascista o no, si es mejor la Babylon 5 o Star Trek, las 'dragonadas', el rigor científico y el futuro del género, en caso de haberlo, entre muchas otras. Además, se han sucedido divertidas y animadas pruebas, como quién era capaz de leerse más libros de R. A. Liberatore de una sentada, quién encuentra más errores científicos en la Guerra de las Galaxias o quién sabe la forma más rebuscada en la ciencia ficción para superar el problema de la velocidad de la luz.

FELIZ DIA DE LOS INOCENTES

 Ya le habréis echado un vistazo a StardustCF , ¿no? Que las imágenes son la mar de bonicas ... ¡Feliz 2024!