Hasta no hace mucho, el escritor que escribía un microrrelato podía imprimirlo en papel, subirlo a una web, grabarse a sí mismo (o a su cónyuge o rollete del momento) leyéndolo en voz alta y ya está. Por otra parte, no es del todo cierto decir que sólo existen estas tres opciones: sabemos de un comercial de pastas Gallo que cogió las letras de pasta que se usan para la sopa de letras que componían su microrrelato, añadió un hueso de jamón y le salió una sopa muy rica, capaz de alimentar no sólo el cuerpo sino también el espíritu.
A estas formas tradicionales, felizmente, se ha sumado una nueva forma de publicarlos de la mano de Emeterio Canteiro. Este marmolista de profesión y aficionado de afición, buscando diversificar su negocio hasta ahora solo centrado en funerarias, está contactando a conocidos escritores de terror para grabar sus obras en lápidas para ponerlas junto a la chimenea en casas solariegas, que es una cosa que parece que les pone bastante a gente como Alfredo Abedul y otros escritores terroríficos que aparecen frecuentemente en el desopilatorio "Berenjenas en la Alacena".
Este último, que ya tiene en su cuarto de baño el rinconcillo (o roalillo) para el plato de ducha completamente cubierto con lápidas ha llegado incluso a pedir una más pequeña para ponerla en posición horizontal y usarla como jabonero en el que dejar el gel, el champú y el cepillo para rascarse la espalda. "El de la empresa de transportes me dice que le va a dar una escoliosis por mi culpa pero yo soy feliz mientras que la humedad no haga que se desprenda alguna lápida mientras estoy yo en la ducha"
(El microrrelato era una denuncia de la falta de valores y de la adoración desmesurada del Becerro de Oro) |
A estas formas tradicionales, felizmente, se ha sumado una nueva forma de publicarlos de la mano de Emeterio Canteiro. Este marmolista de profesión y aficionado de afición, buscando diversificar su negocio hasta ahora solo centrado en funerarias, está contactando a conocidos escritores de terror para grabar sus obras en lápidas para ponerlas junto a la chimenea en casas solariegas, que es una cosa que parece que les pone bastante a gente como Alfredo Abedul y otros escritores terroríficos que aparecen frecuentemente en el desopilatorio "Berenjenas en la Alacena".
Este último, que ya tiene en su cuarto de baño el rinconcillo (o roalillo) para el plato de ducha completamente cubierto con lápidas ha llegado incluso a pedir una más pequeña para ponerla en posición horizontal y usarla como jabonero en el que dejar el gel, el champú y el cepillo para rascarse la espalda. "El de la empresa de transportes me dice que le va a dar una escoliosis por mi culpa pero yo soy feliz mientras que la humedad no haga que se desprenda alguna lápida mientras estoy yo en la ducha"
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