(O "Ramiro San Martín on the bummel")
La imagen que tenemos por estos lares del pueblo alemán la conforman por un lado una señora que va por las cumbres europeas poniendo firme a todo un continente (Dis (Bundes)kanzlerin Angela Merkel, por si alguno aún no lo ha pillado) y por otro señores laboriosos, eficientes y trabajadores diseñando maquinaria y bienes de equipo. Después, si nos vamos al terreno más intelectual y artístico, pensamos en Hegel, Wagner, Heidegger, Hannah Arendt, la primera generación de la escuela de Frankfurt, la segunda generación de la escuela de Frankfurt y hasta la tercera generación de la escuela de Frankfurt, Jurgen Habermas, Hans Magnus Enzensberger ("Hans Magnus, ven acá p'acá, que te se va a cortar la digestión", le decía su madre cuando se quería bañar en la piscina de su urbanización) y otros muchos aspirantes natos al Premio Príncipe (ahora Princesa) de Asturias.
Sin embargo, no toda la producción artística e intelectual alemana llega a estas cotas de densidad y hay obras que uno puede leerse sin tener la sensación de estar escalando un pico del Himalaya. Véase si no a Bernd das Brot (Bernardo el Pan, aproximadamente), estrella (ejem) de la televisión pública infantil. Todo un cacho de pan (chiste fácil nº 1) con el que todo niño teutón hace buenas migas (chiste fácil nº 2) y que ha roto moldes (como ya van 3 mejor paramos, que no es cuestión de abusar):
Por mor dor de su trabajo, Ramiro San Martín ha visitado recientemente la locomotora de Europa y no sólo ha venido impresionado sino que también ha venido con un par de kilos de más por culpa de tanta apfelstrudel y tanta jarra de cerveza de a litro. Yendo en un tren del siempre puntual y eficiente (codazo, codazo, guiño, codazo) sistema ferroviario alemán que iba de Sttutgart a Hannover se le ocurrió sacar de la maleta un ejemplar de "La Saga de los Aznar" (perteneciente a la "Nueva Generación" cual si fuera un teórico de la Escuela de Frankfurt) que hacía mucho (tres semanas) que no releía, con su portada hecha en cuero de cabrito de Azerbayán y repujada con incrustaciones de malaquita, ante la sorpresa de sus compañeros de la filial alemana, que se debían pensar que la literatura popular española se quedó en el ciego relatando crímenes en verso en la plaza del pueblo.
"Hombre, esto es la Saga de los Aznar, que incluso le ganó a vuestro Perry Rhodan un año como "Mejor saga europea"¡Ah, aciago comentario el suyo! ¡Mejor hubiera permanecido silente! ¡Mejor hubiera sido mentarles el aeropuerto Willy Brandt de Berlín, que lleva ya unos añitos fuera de presupuesto y fuera de plazo! Pues, heridos en su orgullo patrio y presa de una furia propia de los mismos nibelungos, sus cinco compañeros abrieron sus maletines y le mostraron los últimos ejemplares de Perry Rhodan, la serie Neo, en edición "mint", envueltos en su plastiquito preservador. Qué tensión se desató, con los teutones insistiéndole que si su adorada Saga llegaba a los 54 números, su Perry Rhodan iba ya por los ¡2700!. De nada valió su argumento de que el "Saga grande, ande o no ande" a lo único que lleva es a estirar los argumentos como el chicle ... Y luego acabó uno diciendo "Pero, Herr San, juzgando por las portadas vuestra Saga más que un Space Opera es una Space zarzuela". Harto ya de la escandalera, el revisor los puso a todos en el andén en la primera estación en la que pararon y si no fuera por los buenos oficios del cónsul español Ramiro hubiese dormido en un banco de la Alexanderplatz abrazado a su ejemplar de la Saga.
La imagen que tenemos por estos lares del pueblo alemán la conforman por un lado una señora que va por las cumbres europeas poniendo firme a todo un continente (Dis (Bundes)kanzlerin Angela Merkel, por si alguno aún no lo ha pillado) y por otro señores laboriosos, eficientes y trabajadores diseñando maquinaria y bienes de equipo. Después, si nos vamos al terreno más intelectual y artístico, pensamos en Hegel, Wagner, Heidegger, Hannah Arendt, la primera generación de la escuela de Frankfurt, la segunda generación de la escuela de Frankfurt y hasta la tercera generación de la escuela de Frankfurt, Jurgen Habermas, Hans Magnus Enzensberger ("Hans Magnus, ven acá p'acá, que te se va a cortar la digestión", le decía su madre cuando se quería bañar en la piscina de su urbanización) y otros muchos aspirantes natos al Premio Príncipe (ahora Princesa) de Asturias.
Sin embargo, no toda la producción artística e intelectual alemana llega a estas cotas de densidad y hay obras que uno puede leerse sin tener la sensación de estar escalando un pico del Himalaya. Véase si no a Bernd das Brot (Bernardo el Pan, aproximadamente), estrella (ejem) de la televisión pública infantil. Todo un cacho de pan (chiste fácil nº 1) con el que todo niño teutón hace buenas migas (chiste fácil nº 2) y que ha roto moldes (como ya van 3 mejor paramos, que no es cuestión de abusar):
Bernd, al pan pan y al vino vino (y ya van 4, como esto siga así van a caer tortas como panes) |
Por mor dor de su trabajo, Ramiro San Martín ha visitado recientemente la locomotora de Europa y no sólo ha venido impresionado sino que también ha venido con un par de kilos de más por culpa de tanta apfelstrudel y tanta jarra de cerveza de a litro. Yendo en un tren del siempre puntual y eficiente (codazo, codazo, guiño, codazo) sistema ferroviario alemán que iba de Sttutgart a Hannover se le ocurrió sacar de la maleta un ejemplar de "La Saga de los Aznar" (perteneciente a la "Nueva Generación" cual si fuera un teórico de la Escuela de Frankfurt) que hacía mucho (tres semanas) que no releía, con su portada hecha en cuero de cabrito de Azerbayán y repujada con incrustaciones de malaquita, ante la sorpresa de sus compañeros de la filial alemana, que se debían pensar que la literatura popular española se quedó en el ciego relatando crímenes en verso en la plaza del pueblo.
"Hombre, esto es la Saga de los Aznar, que incluso le ganó a vuestro Perry Rhodan un año como "Mejor saga europea"¡Ah, aciago comentario el suyo! ¡Mejor hubiera permanecido silente! ¡Mejor hubiera sido mentarles el aeropuerto Willy Brandt de Berlín, que lleva ya unos añitos fuera de presupuesto y fuera de plazo! Pues, heridos en su orgullo patrio y presa de una furia propia de los mismos nibelungos, sus cinco compañeros abrieron sus maletines y le mostraron los últimos ejemplares de Perry Rhodan, la serie Neo, en edición "mint", envueltos en su plastiquito preservador. Qué tensión se desató, con los teutones insistiéndole que si su adorada Saga llegaba a los 54 números, su Perry Rhodan iba ya por los ¡2700!. De nada valió su argumento de que el "Saga grande, ande o no ande" a lo único que lleva es a estirar los argumentos como el chicle ... Y luego acabó uno diciendo "Pero, Herr San, juzgando por las portadas vuestra Saga más que un Space Opera es una Space zarzuela". Harto ya de la escandalera, el revisor los puso a todos en el andén en la primera estación en la que pararon y si no fuera por los buenos oficios del cónsul español Ramiro hubiese dormido en un banco de la Alexanderplatz abrazado a su ejemplar de la Saga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario