Este fin de semana, durante los fastos que han tenido lugar con motivo del XIV Congrio de la Sociedad para el Estudio y Disección de la Literatura para Gente sin un Doctorado, Venancio Apotema, catedrático de Sustancia de la Estructura de la Literatura por la Muy Noble y Meliflua Universidad de Alpedrete, ha protagonizado una agria ptolomeica con Fernando Angel Moratinos, reputado teórico de la literatura horricientástica. (Queda la curiosidad malsana de saber si Fernando Angel además de teórico ha sido alguna vez práctico y guarda por ahí el típico relato fruto de un arrebato juvenil que luego pueda servir para sacarle los colores o siquiera el típico poemilla de adolescente cabreado con el mundo.)
La tensión se precipitó hasta límites insoslayables cuando, en un descanso entre sesión y sesión dedicado a café y a meterse en el cuerpo alguna magdalena que otra, Apotema y Moratinos coincidieron en la bandeja en la que quedaba la última magdalena con chocolate por dentro.
- Vaya, parece que el señor también quiere quedarse con la última magdalena de chocolate.
- Pues sí ...
- En mis tiempos, sabíamos quién tenía que quedarse con la última magdalena.
- Pues vaya unos tiempos, ñam, ñam, ni que fuerais Proust, ñam, ñam, respondió Fernando Angel atusándose el bigote para evitar mancharlo de café.
Las miradas de desprecio/inquina/rencor que se echaron durante ocho tensos minutos de reloj dejaron helados a todos los asistentes que no se atrevieron a romper el tenso silencio y mucho menos a pasar por entre los dos.
Que en el mundo académico haya personas que no se pueden ver no es ninguna sorpresa para nadie que se haya leído alguna novela de David Lodge
o para el que lo haya frecuentado mínimamente, pero en la fuente del incidente hay algunos cruces de comentarios fruto de posturas irreconciliables y de que a Apotema cada vez que le viene la úlcera no hay quien le aguante, según dicen. Este último siempre ha mirado con desprecio la literatura "popular", de "género" o, como él prefiere llamar, de "consumo" y considera que la Auténtica Literatura no es algo para ser "consumido" como resultado de un prosaico y deleznable intercambio comercial sino, por el contrario, algo que ha de ser degustado por parte del "connaiseur" y hasta libado, cual una libélula sobre un estanque de nenúfares. Una andanada de tal calibre, que no tuvo apuro en soltar en el congrio anterior estando presente Fernando Angel no podía sino sentar mal a todos los jóvenes turcos que tan harticos están de la vieja guardia y de lo que califican como "esteticismos vacuos", "anteojeras ideológicas", "miedo cerval a la realidad", o directamente "las pamplinas de Venancio".
Roberto Palazuelos, estudioso logroñés autor del estudio seminal "Las novelas picantonas y su difusión por Google Play e iTunes desde el siglo XIX hasta nuestros días", también asistente al congrio y que evidentemente ha leído relatos de Conan, propone que el próximo evento se organice en una torre de marfil para que los "mayores" puedan sentirse más a gusto en su aislamiento de lo que se hace y se dice en la calle (y en el Intenné) y ha querido sintetizarlo en la frase "La literatura es eso que la gente escribe mientras que nosotros organizamos congresos".
No se sabe si fue este señor o el propio Fernando Angel, pero no resulta sorprendente enterarse de que alguien se ha metido en la habitación de hotel en la que se aloja Venancio y le ha metido pasta de dientes en frasco en el que guarda la gomina. Como broma es bastante infantil pero medio congreso se ha partido la caja al enterarse.
La tensión se precipitó hasta límites insoslayables cuando, en un descanso entre sesión y sesión dedicado a café y a meterse en el cuerpo alguna magdalena que otra, Apotema y Moratinos coincidieron en la bandeja en la que quedaba la última magdalena con chocolate por dentro.
- Vaya, parece que el señor también quiere quedarse con la última magdalena de chocolate.
- Pues sí ...
- En mis tiempos, sabíamos quién tenía que quedarse con la última magdalena.
- Pues vaya unos tiempos, ñam, ñam, ni que fuerais Proust, ñam, ñam, respondió Fernando Angel atusándose el bigote para evitar mancharlo de café.
Las miradas de desprecio/inquina/rencor que se echaron durante ocho tensos minutos de reloj dejaron helados a todos los asistentes que no se atrevieron a romper el tenso silencio y mucho menos a pasar por entre los dos.
Que en el mundo académico haya personas que no se pueden ver no es ninguna sorpresa para nadie que se haya leído alguna novela de David Lodge
o para el que lo haya frecuentado mínimamente, pero en la fuente del incidente hay algunos cruces de comentarios fruto de posturas irreconciliables y de que a Apotema cada vez que le viene la úlcera no hay quien le aguante, según dicen. Este último siempre ha mirado con desprecio la literatura "popular", de "género" o, como él prefiere llamar, de "consumo" y considera que la Auténtica Literatura no es algo para ser "consumido" como resultado de un prosaico y deleznable intercambio comercial sino, por el contrario, algo que ha de ser degustado por parte del "connaiseur" y hasta libado, cual una libélula sobre un estanque de nenúfares. Una andanada de tal calibre, que no tuvo apuro en soltar en el congrio anterior estando presente Fernando Angel no podía sino sentar mal a todos los jóvenes turcos que tan harticos están de la vieja guardia y de lo que califican como "esteticismos vacuos", "anteojeras ideológicas", "miedo cerval a la realidad", o directamente "las pamplinas de Venancio".
Roberto Palazuelos, estudioso logroñés autor del estudio seminal "Las novelas picantonas y su difusión por Google Play e iTunes desde el siglo XIX hasta nuestros días", también asistente al congrio y que evidentemente ha leído relatos de Conan, propone que el próximo evento se organice en una torre de marfil para que los "mayores" puedan sentirse más a gusto en su aislamiento de lo que se hace y se dice en la calle (y en el Intenné) y ha querido sintetizarlo en la frase "La literatura es eso que la gente escribe mientras que nosotros organizamos congresos".
No se sabe si fue este señor o el propio Fernando Angel, pero no resulta sorprendente enterarse de que alguien se ha metido en la habitación de hotel en la que se aloja Venancio y le ha metido pasta de dientes en frasco en el que guarda la gomina. Como broma es bastante infantil pero medio congreso se ha partido la caja al enterarse.
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